
Toda su vida fue un continuo infortunio. Fracasó en todo aquello que la sociedad de su época consideraba realmente importante: fue incapaz de fundar una familia e incluso de ganarse la vida por sí mismo; tampoco fue capaz de entrar en contacto con sus semejantes. Pero como pintor, como artista, encontró la manera de crear un orden, el suyo propio, frente al caos de la realidad de un mundo en el que nunca llegaría a encajar.
Van Gogh tenía 27 años cuando se decidió a practicar en serio su arte y sólo 37 cuando decidió acabar con su vida. No fue un artista reconocido durante su corta existencia y tuvo que esperar a su muerte para ser consagrado como genio.
El artista holandés, con su fuerte personalidad y gran sensibilidad es sin duda uno de los primeros martires del arte moderno.
Reseña en La Vanguardia. AQUI.
Comentarios
Publicar un comentario