
Es casi imposible concebir a una persona en el mundo que no conozca Pepsi o Coca Cola. Hace 50 años nadie pensó que dos grandes productoras y distribuidoras de refrescos aprovecharían la privatización del agua para adueñarse de sus recursos acuíferos. Controlar las reservas del agua exime a estas compañías de pagar por el agua que utilizan para la producción, abarata sus productos y les permite controlar los precios del mercado. Además, les abre la puerta a un negocio en expansión: la venta de agua embotellada.
Sólo las ventas en México, sede de Femsa, suponen el 10% de las ganancias de Coca Cola a nivel mundial. La iglesia de San Juan Chamula, a pocos kilómetros de la ciudad que vio renacer el movimiento zapatista, San Cristóbal de las Casas, desvela el protagonismo de Coca Cola en uno de los ámbitos más importantes de la vida de los indígenas de la región: el culto religioso. Centenares de botellas de refresco están puestas sobre el suelo y sobre altares junto a cirios y a imágenes de los santos. El olor de las hojas de pino esparcidas por todo el suelo y el incienso ocupan el olfato. Aunque sólo se escucha el murmullo característico de los espacios amplios, de vez en cuando se oyen los eructos de las personas que beben refresco durante el rito.
Comentarios
Publicar un comentario