
Henri Grouès, o sea el abate Pierre, ha podido contar, entre otras virtudes, con una expresión como lo describe Roland Barthes que presenta todos los signos del apostolado: la mirada bondadosa, la tonsura franciscana, la barba misionera, cubierto por una chamarra de sacerdote-obrero y con el báculo de peregrino. Las suyas son las marcas de la tradición reunidas con las de la modernidad. Y aunque el hábito no hace al monje, en este caso Henri Grouès su nombre de civil, el de su pasaporte, tiene por principal hábito el estar al día, caminar al lado de las problemáticas contemporáneas y luchar infatigablemente por los desposeídos.
Leer la primera parte del articulo de Elena Poniatowska.
Leer la segunda parte del articulo de Elena Poniatowska.
Comentarios
Publicar un comentario