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Con el espacio público no se juega.

¿Cómo ves el ecosistema urbano en España?
Mal, muy desequilibrado. Se está construyendo sin criterio y comprometiendo el futuro de nuestro país. Todas las visiones son siempre a muy corto plazo y nadie está teniendo una visión un poquito más allá.

¿Se puede articular un territorio alrededor de un centro comercial, como se está haciendo en las periferias?
Claro que se puede hacer, otra cosa es que sea lo correcto. Se le está restando vida y protagonismo a la calle, al espacio público. Y se está casi asimilando que el ocio es lo mismo que consumo. Si le restas actividad a la calle y generas mucho confort y atractivo en los centros comerciales estás privatizando el ocio, ligándolo al consumo. Es algo muy estadounidense. Se sabe que no funciona, pero a pesar de todo lo hacemos, lo consentimos, lo toleramos y lo inauguramos.

Parece que hay un cierto conformismo ante todo lo que sucede en el espacio público, como en el caso de la transformación del madrileño Parque de Santander en campo de golf.
Es reducir a un determinado sector de la población lo que es de todos. Con el espacio público no hay que jugar, ni especular, ni privatizar. En Madrid siempre se nos dice que es la segunda ciudad del planeta con más árboles, porque se computa El Pardo, La Casa de Campo y el Retiro. Muy bien, pero la ciudad tiene que estar un poco esponjada, con espacios de esparcimiento de la gente. El Parque de Santander era una oportunidad para generar espacio público en un barrio que no tiene grandes parques ni instalaciones para los niños. Convertirlo de repente en un campo de golf me parece pésimo. Hay una movilización ciudadana en la que participamos, para poner de manifiesto que estamos totalmente en contra. Los campos de golf se pueden hacer en las afueras de Madrid, no en este parque que se iba a convertir en un pequeño pulmón para la zona. No es necesario, no entendemos por qué se hace. Se ha hecho sin licencia, afirmando que era una acción de interés general. Es escandaloso. No podemos privatizarlo todo y hacer que todo el ocio esté ligado al consumo. Con el espacio público no se juega, ni al golf ni a nada.

[…]

Quizás el arquitecto debería ser más como un albañil preparado y concienciado que como un artista…
El arquitecto debería ser sensible a las necesidades de la gente. Mi percepción es que los arquitectos hacen arquitectura para otros arquitectos, para publicarla. Es un diálogo entre arquitecto y arquitecto. Eso hay que romperlo y hacer un diálogo entre arquitecto y sociedad. Nuestra profesión tiene una gran componente social que se ha dejado de lado. Normalmente, cuando se fotografía un edificio está vacío, porque uno dice: “te voy a enseñar mi objeto y la gente me molesta”. Eso de por sí es algo erróneo, porque ese teatro o esa biblioteca han sido diseñados para ser ocupados, para que la gente sea feliz allí. A nosotros nos gusta trabajar en el ámbito horizontal, de planificación, trabajando la ciudad. Uno ve Sanchinarro y puede que haya arquitectura de calidad en una manzana, pero al final lo que se ha generado como tejido urbano no tiene ningún interés. Puede haber viviendas experimentales estupendas, pero lo demás, que es lo que perdura, es un desastre, un fracaso. Habría que revisar esta situación. Los arquitectos hemos perdido bastante protagonismo. El urbanismo está en manos de las grandes ingenierías. Hay que aspirar a hacer un edificio estupendo en un urbanismo extraordinario dentro de una ciudad que funcione. Porque si no estamos haciendo joyitas para unos pocos.

El otro día nos decía Massimiliano Fuksas que la vivienda “ya no le interesa a nadie”.
Creo que la vivienda sí que interesa. La Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo convoca muchos concursos abiertos, y son muy concurridos. Hay muchas propuestas imaginativas, brillantes, experimentales, a pesar de que la normativa es muy restrictiva. A pesar de eso la gente trabaja por hacer viviendas de calidad. No estoy de acuerdo con Fuksas. Si los promotores privados llamaran a arquitectos de calidad se generaría una cultura en el comprador de saber que por el dinero que paga puede obtener algo de calidad. Ahora mismo eso no está asumido. Si paseas por el PAU de Vallecas distingues perfectamente cuáles son las promociones privadas y cuáles las públicas, que son de una muchísimo mayor calidad y cuestan la mitad. Quizá sea cierto que las grandes estrellas, que tienen 30 grandes proyectos en 30 ciudades diferentes del mundo, no tienen interés en la vivienda. Pero hay muchos estudios pequeños, como el nuestro, con unas ganas tremendas de generar entornos más agradables para la vida. La verdad es que el tema de la vivienda es patético. Con promotores como el Pocero no hay diálogo posible. La gran construcción masiva es un círculo vicioso: generas un producto de baja calidad y aún así hay demanda para ello. Con lo cual, ¿para qué lo vas a mejorar? Y no hay demanda de algo mejor porque nadie sabe que podría tener una vivienda mucho mejor por el mismo dinero.


Belinda Tato es arquitecta, miembro del estudio madrileño Ecosistema Urbano. Es responsable del Ecobulevar de Vallecas y del proyecto para crear una playa en la plaza Soledad Torres Acosta, a unos metros de la Gran Vía. Hasta el 8 de abril, su estudio es uno de los protagonistas de la exposición Fresh Madrid, en Bruselas.


Cómo inventar una playa en la Luna. (el Pais)

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