Ir al contenido principal

Fraude 2006.



¿Quién le teme a Luis Mandoki?
Por: Jorge Zepeda Patterson - 23 de sep de 2007.

Mucho antes de que en la capital de la industria del cine se hablase de “Frijoliwood” gracias la irrupción de González Iñárritu, Cuarón, Del Toro, Salma, Gael o Diego Luna, Luis Mandoki ya andaba allí. Hace 20 años su película “Gaby, una historia verdadera”, logró la nominación a un Oscar y dos Globos de Oro. En los siguientes años Mandoki si convirtió en un director eficaz y competitivo en Hollywood y en rápida sucesión dirigió a algunos de los actores más cotizados en su momento: Paul Newman, Meg Ryan, Andy García, Kevin Costner, Jennifer Lopez, Charlize Theron, Sonia Braga, Susan Sarandon, James Spader, James Caviezel, Melanie Grifitth, Don Johnson, Courtney Love, Kevin Bacon, entre otros, en una decena de películas.
Sin embargo, sus dos últimos filmes han sido estelarizados por Andrés Manuel López Obrador: “El Señor López”, que vendió casi dos millones de copias, y “El Fraude que nadie vio”, de la que muchos desearían que no vendiera ninguna. Algunos de sus amigos y colegas consideran inexplicable que Mandoki haya puesto su carrera en “stand by” y desperdiciado las oportunidades que ofrece el prestigio del que gozan los realizadores mexicanos en este momento. Ciertamente hacer documentales de denuncia política no es la mejor manera de consagrarse entre la élite profesional de la cinematografía mundial.
Lo curioso es que Mandoki no se caracterizaba precisamente por tener intereses políticos. Muchas de sus películas son de suspenso, pero también hay comedias y un par de historias románticas. Él mismo carece de formación política y como muchos colegas del medio artístico, sus preocupaciones giran más en torno a aspectos culturales que estrictamente sociopolíticos.
Lo que Mandoki sí tiene es una mirada profundamente humanitaria hacia el dolor de los otros. Su primera gran película, “Gaby” describe la dramática historia de una escritora que pese a tener parálisis cerebral y escribir con su pie, logra abrirse camino en un mundo que la desdeña y desprecia. Y la última, “Voces inocentes” (2006), aborda la tragedia de los niños salvadoreños usados y ultrajados por la guerra de sus mayores. En ambas se trata de historias que ahondan en los escondrijos de la condición humana, no en la política.
Quizá por eso la película “El fraude que nadie vio”, resulta tan peligrosa para muchos. No es una denuncia que ponga en evidencia las triquiñuelas de las altas esferas para impedirle a López Obrador la conquista del poder. O por lo menos no es ése el eje narrativo. Es más bien el relato de los pequeños detalles, las microinfamias a lo largo de todo el proceso y la manera en que fueron vividas, padecidas, por los actores sociales que participaron en él.
Hay una escena en la película que, para mi gusto, ejemplifica aquello que verdaderamente importa a Mandoki. Durante una de las marchas al Zócalo, un reportero de televisión se acerca a un hombre que lleva a su hijo en brazos y le increpa: “¿le parece correcto traer a menores a una marcha? Sí, contesta el hombre, “venimos a protestar”. A lo cual en tono indignado el reportero insiste: “¿Y no cree que es irresponsable que la muchedumbre pueda lastimar a su familia?”. A lo cual, extrañado, el marchista simplemente responde: “Señor, nosotros somos la muchedumbre”.
Periodísticamente hablando lo más relevante son las grabaciones de algunas sesiones de los comités distritales en las que se observa la manera en que algunos presidentes de la mesa precipitan la votación, sabiendo que cuentan con la mayoría, pese a que el representante del PRD mostraba pruebas fehacientes de alguna irregularidad. “Señor, en la urna que estamos revisando hay más votos a favor de Calderón que boletas en la casilla”, protestaba. “Sí, ya oímos su argumento, ahora vamos a votar”. Mandoki presenta varias escenas de este tipo que parecerían una parodia, una broma de mal gusto, si no supiéramos que son reales.
Gracias al insumo de 35 horas de entrevistas con López Obrador, el director logra algunos minutos que sin duda son los más espontáneos y personales que el tabasqueño haya tenido frente a una cámara. Por momentos consigue sacar a Andrés Manuel de su rol de líder político y arrancarle algunas expresiones íntimas sobre los acontecimientos y su responsabilidad personal en ellos.
A partir de esas 35 horas AMLO escribió el libro La mafia nos robó la Presidencia, publicado hace un par de meses. Pero por la misma razón que López Obrador es político y no escritor y Mandoki es cineasta y no político, el documental es mucho mejor que el libro: Es un relato más convincente, a ratos conmovedor, sobre las razones que llevaron al tabasqueño a tomar decisiones controvertidas.
Me da la impresión que el director se acercó a López Obrador hace ya más de año y medio simplemente atraído por lo que parecía un buena historia: ¿qué había detrás de este fenómeno de masas? ¿Por qué seguían su causa tantos hombres y tantas mujeres? En el proceso de responder a esa pregunta terminó cautivado por la intensidad de las esperanzas de tantos, primero y luego por la insondable tristeza que produjo la caída.
Alguna vez pregunté a Mandoki por qué había hecho esto (“interrumpir” su carrera, hacerse de tantos enemigos poderosos). Él simplemente respondió, “porque no se vale lo que hicieron”. Y justamente eso es lo que la película refleja: la indignación honesta y documentada y la profunda desesperanza que ocasiona la derrota mal habida.
El boicot que se ha intentado en contra de la distribución de la película, implica asestar una doble derrota: los saldos del 2 de julio propiamente dicho y la posibilidad de escuchar la versión de los vencidos.
Sin duda, hay razones para temer a Luis Mandoki. Será interesante aquilatar la manera en que reaccionarán las audiencias del cine cuando se den cuenta de que viven en un país diferente al que describe la televisión y como diría el documental de Mandoki, con un presidente distinto al que deberían tener.
(www.jorgezepeda.net)

Comentarios

  1. No saben como me diverti con este bodrio cinematografico: Los adoradores del pejemperador atracados por Batman y sin saber donde quedo la bolita, es realmaente comico. Ahora bien, la realidad es que los mexicanos nos salvamos de una dictadura rojilla.
    Haber cuando se ponen a trabajar y dejan su encono.Asi es la democracia.Perdieron,a trabajar.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Fernando Malkúm: el creador del fraude de las 7 profecías mayas.

Según su currículum Fernando Malkúm nació en Barranquilla, Colombia, hijo de padres libaneses, estudió Arquitectura en la Universidad de los Andes, en Bogotá, además de ser discípulo de la Universidad del Amor de Gerardo Schmedling. Pero según se lee, su fuerte es la producción de documentales para la divulgación pseudo-científica y conferencias magistrales con este mismo y loable propósito. En una crisis existencial vinó a México, a Chichen Itzá, a cubrir el evento de una convención de chamanes y de ahi sacó la información para sus profecías, pero me estoy adelantando, mejor sigamos con la historia. Entre 1979 y 1987, produjo varios programas de televisión para el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá y algunas estaciones de televisión, y dirigió varios comerciales para agencias de publicidad. Entre 1988 y 1993, produjo algunos documentales de 25 y 50 minutos de duración. Pero en 1999 aparece el documental que lo lanza a la fama: Los dueños del tiempo. Las Siete Profecías Mayas . N

El día que derribemos los puentes

Transitar hacia una ciudad con movilidad sustentable implica un proceso de reflexión que re-analice casi todos los conceptos que damos por sentados. Que procuremos entender de donde provienen y como es que llegamos a creer eso. La aparición del automóvil en las ciudades no solo transformó físicamente todo el espacio público sino que además cambió lo que creemos que es justo y lo que no. El auto impuso sus normas y hoy pareciera que al crear normas para promover otros transportes tendríamos que tomar las suyas como si estas fueran universales. Y no lo son. Al usuario de una bicicleta, por ejemplo, no se le tiene porqué imponer ninguna obligación que responda a cuidarse de la peligrosidad que en la calle provocan los carros. Hay una tendencia retrógrada a creer que el ciclista debe hacer cosas como: circular con chaleco reflejante para que lo vean los autos; detenerse en semáforos en rojo diseñados para la capacidad de arranque de un automóvil; disfrazarse de robo-cop para e