
El controvertido reglamento prohíbe, casi en su totalidad, el uso de espacios urbanos para anuncios comerciales. Limita tanto el reparto de volantes en los cruceros como el sobrevuelo de la ciudad con fines publicitarios. Sin embargo, el énfasis está claramente en limpiar las calles de los gigantescos espectaculares que distraen automovilistas y causan contaminación visual.
La industria publicitaria y los intereses económicos que la respaldan describen la nueva normativa como “radical” y a su proponente como “fascista”. Sin embargo, las encuestas de opinión sugieren que la población respalda la medida. Cual arqueólogos modernos, los ciudadanos disfrutan redescubrir “maravillas” enterradas bajo las ruinas de los anuncios. Por fin, los monumentos y paisajes no tienen que competir con Coca-Cola o Pepsi.
El Alcalde Gilberto Kassab -de la ciudad de Sao Paulo en Brasil-, reconoce que su programa “Ciudad Limpia” es controversial. Sin embargo, se justifica diciendo que todos sus intentos por negociar un acuerdo con la industria fueron ignorados. Muchas estructuras publicitarias se seguían levantando al margen de la ley y se respiraba un clima de impunidad. De acuerdo con Kassab, la mano dura del gobierno fue la única manera para reestablecer el orden.
Otros en sus zapatos, habrían decidido hacerse de la vista gorda. Después de todo, el gobernante enfrenta una decisión incomoda: aceptar la instalación de “unos cuantos” anuncios mas, o quedar mal ante poderosos intereses económicos. Píenselo usted, ¿Qué es peor para el político, molestar poco a muchos ciudadanos, o lastimar mucho a unos cuantos empresarios?
En la mayoría de los casos al cálculo se define bajo el más burdo pragmatismo. Primero: se duda que los ciudadanos se movilicen por un asunto “tan menor”. Segundo: nunca estorba tener un amigo con infraestructura publicitaria para la próxima campaña electoral.
El Alcalde Kassab le entró al toro. No con medias tintas. No con amenazas vacías. Lejos de ser su tumba política, el programa Ciudad Limpia se aplaude en la prensa brasileña como “una rara victoria del interés publico sobre el privado, del orden sobre el desorden, de la estética sobre la fealdad y de la limpieza sobre la basura”.
Vía: ciudad posible
La industria publicitaria y los intereses económicos que la respaldan describen la nueva normativa como “radical” y a su proponente como “fascista”. Sin embargo, las encuestas de opinión sugieren que la población respalda la medida. Cual arqueólogos modernos, los ciudadanos disfrutan redescubrir “maravillas” enterradas bajo las ruinas de los anuncios. Por fin, los monumentos y paisajes no tienen que competir con Coca-Cola o Pepsi.
El Alcalde Gilberto Kassab -de la ciudad de Sao Paulo en Brasil-, reconoce que su programa “Ciudad Limpia” es controversial. Sin embargo, se justifica diciendo que todos sus intentos por negociar un acuerdo con la industria fueron ignorados. Muchas estructuras publicitarias se seguían levantando al margen de la ley y se respiraba un clima de impunidad. De acuerdo con Kassab, la mano dura del gobierno fue la única manera para reestablecer el orden.
Otros en sus zapatos, habrían decidido hacerse de la vista gorda. Después de todo, el gobernante enfrenta una decisión incomoda: aceptar la instalación de “unos cuantos” anuncios mas, o quedar mal ante poderosos intereses económicos. Píenselo usted, ¿Qué es peor para el político, molestar poco a muchos ciudadanos, o lastimar mucho a unos cuantos empresarios?
En la mayoría de los casos al cálculo se define bajo el más burdo pragmatismo. Primero: se duda que los ciudadanos se movilicen por un asunto “tan menor”. Segundo: nunca estorba tener un amigo con infraestructura publicitaria para la próxima campaña electoral.
El Alcalde Kassab le entró al toro. No con medias tintas. No con amenazas vacías. Lejos de ser su tumba política, el programa Ciudad Limpia se aplaude en la prensa brasileña como “una rara victoria del interés publico sobre el privado, del orden sobre el desorden, de la estética sobre la fealdad y de la limpieza sobre la basura”.
Vía: ciudad posible
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