Ir al contenido principal

Prohibido publicitar.

El Alcalde le entró al toro. No con medias tintas. No con amenazas vacías. Tras aplicar de manera puntual un reglamento aprobado casi por unanimidad en el Cabildo, ha transformado su ciudad. En solo noventa días, logró el retiro de casi 8000 anuncios publicitarios que dañaban la imagen urbana.
El controvertido reglamento prohíbe, casi en su totalidad, el uso de espacios urbanos para anuncios comerciales. Limita tanto el reparto de volantes en los cruceros como el sobrevuelo de la ciudad con fines publicitarios. Sin embargo, el énfasis está claramente en limpiar las calles de los gigantescos espectaculares que distraen automovilistas y causan contaminación visual.
La industria publicitaria y los intereses económicos que la respaldan describen la nueva normativa como “radical” y a su proponente como “fascista”. Sin embargo, las encuestas de opinión sugieren que la población respalda la medida. Cual arqueólogos modernos, los ciudadanos disfrutan redescubrir “maravillas” enterradas bajo las ruinas de los anuncios. Por fin, los monumentos y paisajes no tienen que competir con Coca-Cola o Pepsi.
El Alcalde Gilberto Kassab -de la ciudad de Sao Paulo en Brasil-, reconoce que su programa “Ciudad Limpia” es controversial. Sin embargo, se justifica diciendo que todos sus intentos por negociar un acuerdo con la industria fueron ignorados. Muchas estructuras publicitarias se seguían levantando al margen de la ley y se respiraba un clima de impunidad. De acuerdo con Kassab, la mano dura del gobierno fue la única manera para reestablecer el orden.
Otros en sus zapatos, habrían decidido hacerse de la vista gorda. Después de todo, el gobernante enfrenta una decisión incomoda: aceptar la instalación de “unos cuantos” anuncios mas, o quedar mal ante poderosos intereses económicos. Píenselo usted, ¿Qué es peor para el político, molestar poco a muchos ciudadanos, o lastimar mucho a unos cuantos empresarios?
En la mayoría de los casos al cálculo se define bajo el más burdo pragmatismo. Primero: se duda que los ciudadanos se movilicen por un asunto “tan menor”. Segundo: nunca estorba tener un amigo con infraestructura publicitaria para la próxima campaña electoral.
El Alcalde Kassab le entró al toro. No con medias tintas. No con amenazas vacías. Lejos de ser su tumba política, el programa Ciudad Limpia se aplaude en la prensa brasileña como “una rara victoria del interés publico sobre el privado, del orden sobre el desorden, de la estética sobre la fealdad y de la limpieza sobre la basura”.

Vía: ciudad posible

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Fernando Malkúm: el creador del fraude de las 7 profecías mayas.

Según su currículum Fernando Malkúm nació en Barranquilla, Colombia, hijo de padres libaneses, estudió Arquitectura en la Universidad de los Andes, en Bogotá, además de ser discípulo de la Universidad del Amor de Gerardo Schmedling. Pero según se lee, su fuerte es la producción de documentales para la divulgación pseudo-científica y conferencias magistrales con este mismo y loable propósito. En una crisis existencial vinó a México, a Chichen Itzá, a cubrir el evento de una convención de chamanes y de ahi sacó la información para sus profecías, pero me estoy adelantando, mejor sigamos con la historia. Entre 1979 y 1987, produjo varios programas de televisión para el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá y algunas estaciones de televisión, y dirigió varios comerciales para agencias de publicidad. Entre 1988 y 1993, produjo algunos documentales de 25 y 50 minutos de duración. Pero en 1999 aparece el documental que lo lanza a la fama: Los dueños del tiempo. Las Siete Profecías Mayas . N

El día que derribemos los puentes

Transitar hacia una ciudad con movilidad sustentable implica un proceso de reflexión que re-analice casi todos los conceptos que damos por sentados. Que procuremos entender de donde provienen y como es que llegamos a creer eso. La aparición del automóvil en las ciudades no solo transformó físicamente todo el espacio público sino que además cambió lo que creemos que es justo y lo que no. El auto impuso sus normas y hoy pareciera que al crear normas para promover otros transportes tendríamos que tomar las suyas como si estas fueran universales. Y no lo son. Al usuario de una bicicleta, por ejemplo, no se le tiene porqué imponer ninguna obligación que responda a cuidarse de la peligrosidad que en la calle provocan los carros. Hay una tendencia retrógrada a creer que el ciclista debe hacer cosas como: circular con chaleco reflejante para que lo vean los autos; detenerse en semáforos en rojo diseñados para la capacidad de arranque de un automóvil; disfrazarse de robo-cop para e