
China es la última pasión de Norman Foster. Ha aterrizado en este país una vez al mes durante los últimos tres años. Tiene oficinas en Pekín y Hong Kong, y compite por construir tres edificios de 500 metros de altura en Shenzhen, Shanghai y Suzhou. Sin embargo, su afición por China no se basa en una mera toma de posición estratégica en el apetitoso mercado asiático. “Me impresiona la velocidad con la que están cambiando las cosas, la escala de los proyectos: una altura y tamaño que serían impensables en Europa. Su perfeccionismo, la rapidez en la toma de decisiones; su capacidad organizativa y de trabajo. La búsqueda de la calidad frente al estereotipo de fabricantes de baratijas que tenemos de ellos en Occidente. Cuando llegamos a Pekín hace cuatro años no había nada. La gente iba en bicicleta. Ahora tienen coches, autopistas y hoteles de lujo. Cada vez que vuelves ha surgido un nuevo barrio. En China tenemos la posibilidad de rediseñar el paisaje urbano. Ésta era una explanada aislada polvorienta y hemos construido en tres años el mayor aeropuerto del mundo. Han trabajado 50.000 personas. No me pregunte cómo han logrado coordinarlos. La jerarquía en China es invisible para un occidental. En una obra en Europa ves gente mejor vestida, con otro lenguaje corporal…, son los patrones; aquí no identificas al jefe. No hay parafernalia ni despachos, hay trabajo duro. China es otra escala”.

"Duro" Y "despiadado" son dos adjetivos que la prensa británica lleva tres décadas aplicando a Norman Foster. También se repite en los tabloides el término “macho”. Un reportaje de la BBC le denominó Tormenta Norman. No exageran. Lord Foster es un hueso duro de roer, un enfermo del control. Vive en su mundo, frenético; con sus ritos, reglas y horarios. Y es difícil seguir el ritmo que impone. Las imágenes de los comienzos de su estrellato mediático muestran un individuo atlético e incansable. Un feo / guapo. De barba cerrada, cabellera azabache con profundas entradas, patillas de minero, ojos febriles y una mandíbula de escualo tallada en piedra. El conjunto recuerda al primer Sean Connery. Si además ese personaje pilota reactores y helicópteros, esquía durante horas, es un experto en artes marciales y trabaja al servicio de su majestad, tenemos al James Bond de la arquitectura. Hoy, sin embargo, a los 72 años, el tiempo ha ido limando las aristas. El rostro, más cálido y suave, es el de un sabio venerable; la prominente mandíbula se ha ido fundiendo en el conjunto, la breve sonrisa desarma. Sus modales son exquisitos. Lord Foster personifica al patricio inglés. Sólo las manos, grandes, de obrero, y la mirada de halcón dan pistas sobre el alma del personaje.
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Imaginate ke Norman Foster iba todas las mananas al Cafe Restaurante Baker and Spice de la Calle Elizabeth en Belgravia, a un par de cuadras de la central estacion Victoria de Londres... todas las mananas bajandose de su Mini Cooper blanco y negro, acompanado de su esposa (conocida espanola conductora de television, psicologa).
ResponderBorrarAmbos siempre pedian lo mismo, el cafe negro con un croissant de almendras con chocolate que compartiria con ella, y ella un cafe late. Sentados ambos en un angulo de 45 grados frente a la mesa, mirandose y charlando al desayunar.
Claro, siempre impecables y muy amables, serenos ante el caos mananero generado por la fuerte clientela de los ricos ke corren a trabajar y pasaban por su cafe para llevar, o las senoras ricas que venian luego de dejar a los ninos en la escuela, siempre exigiendo ser atendidas primero.
Asi, Foster y senora siempre respetuosos y silenciosos. Un dia decidi pedirle un autografo para nuestra querida amiga y arquitecta Ingrid, si, esa Ingrid. Norman Foster se puso rojo y timido, con una sonrisa de un nino que se gana un premio, ja...
Es un caballero.