El pasado domingo 17 de febrero, el arzobispado de México demostró la apabullante impopularidad de su reclamo antiabortista que busca encarcelar a las mujeres que aborten, a lo que le llama “la defensa de la vida”.
A pesar de que Norberto Rivera, con todas sus mañas,su poder económico y su influencia política estuvo promoviendo una concentración antiabortista en la ciudad de México, el evento fracasó totalmente ante la indiferencia de la sociedad hacia los reclamos inquisitoriales de la Iglesia.
A la hora indicada se presentaron sólo unas decenas de personas, cantidad que pasado el mediodía apenas llegaba a los trescientos participantes, ampliamente superados en número por los paseantes, turistas, comerciantes, policías y ciclistas que transitaban por sus actividades en esa parte de la ciudad.
Los pocos participantes, que vestían de blanco y rojo, incluían monjas y religiosos, algunos grupos parroquiales y organizaciones conservadoras como Caballeros de Colón, Vifac (Vida y Familia), grupo cercano a Provida y Comunión y Liberación, grupo internacional fundado en Italia.
Tan pequeña fue la concentración del clero que ni siquiera alteró las actividades dominicales de esa zona ni la gente que pasaba por el lugar se mostró interesada en apoyar la manifestación ultraderechista.
En Reforma, con total indiferencia hacia las normas que pregona el clero, paseaban algunas parejas de lesbianas o de homosexuales, que disfrutaban del respeto que ahora les garantizan las leyes.
En Jalisco, que se considera la región por excelencia de influencia clerical, tampoco la Jornada tuvo una respuesta significativa, a pesar de que personajes del gobierno panista apoyaron directamente la marcha.
Minutos antes de las cinco de la tarde, dio inicio la marcha, que convocó el Arzobispado de Guadalajara y en la que en total participaron cerca de 3 mil 500 personas, es decir, más de diez veces el número de las que asistieron en la ciudad de México, ilustrando la diferencia ideológica que existe entre las dos capitales.
Entre los participantes en la marcha estuvo Imelda Guzmán, esposa del gobernador de Jalisco y la contralora del gobierno del Estado María del Carmen Mendoza, quienes llegaron minutos antes de las seis de la tarde a la Catedral, en donde el cardenal Juan Sandoval Íñiguez inició una misa a las 6:15 y pidió que abrieran todas las puertas del lugar para que no se quedara la gente afuera.
Como un sangriento sarcasmo, en la Catedral de Guadalajara se estuvo promoviendo la marcha como una supuesta “defensa de la vida”, pero a la vez, como de costumbre, se promovía la imagen de los cristeros, glorificando sus crímenes y asesinato.
Acusan a Iglesia de presionar a SCJN sobre legislación de aborto.
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