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La generación Big Brother.















Por Fredy Massad *

“Dios es mi personaje de ficción favorito” - Homer J. Simpson

Cuando nos referimos a la ‘generación Big Brother’ no estamos aludiendo a la opresiva situación de vigilancia constante que imaginó en 1984 George Orwell, y que desde nuestra perspectiva temporal, ha devenido un concepto de retro futuro. Con esta denominación, aludimos a un comportamiento extendido, que establece directamente una analogía directa entre la vida y un reality show.

La existencia de este deseo, el de someterse a la exposición y visibilidad permanente, el de la existencia ficcionalizada, en todos los ámbitos de la construcción contemporánea, incide especialmente en los estratos donde las ideas son escasas y volubles y que ven en esos efímeros y no tan efímeros minutos de fama su consagración mediática para luego decidir cómo explotarla. El anhelo de fama, que siempre estuvo en las entrañas de los arquitectos, ya que con la trascendencia pública se saciaba su ego, pero también cristalizaba la posibilidad de llevar adelante proyectos de riesgo, hoy se ha convertido en una obsesión que roza o sobrepasa el ridículo.

La necesidad y la certeza de que hay que mantenerse constante como un personaje en primera línea -aunque no haya mensaje alguno que transmitir- y con unas apariciones públicas banales, performáticas, sostienen las actitudes y acciones de jóvenes y no tan jóvenes arquitectos que tratan de imitar el desfasado modus operandi de un vetusto y carente de ideas star-system con nostalgias del siglo pasado.

El uso de las herramientas de la tecnología contemporánea es mucho más complejo y poderoso. Da razón de ser al creer en la factibilidad de crear nuevos modos de vivir y de relacionarnos con el entorno mucho más complejos que lo que la simplificación burda e ignorante, en la que se ha transformado este entuerto donde las ideas y el debate no encuentran su lugar, se está obstinando en plantear espectacularmente, manejando los parámetros de la misma dimensión de credibilidad que la de la televisión basura.

La obligación de comprender y hacer uso que la tecnología digital no tiene nada que ver con la hoguera de las banalidades y de las vanidades, ni con este circo mediático en el que casi todos desean intervenir, con críticos que no entienden la trascendencia de los cambios y que jalean idiotamente a jóvenes y no tan jóvenes promesas del despropósitos: malos actores que con el beneplácito de sus (a)críticos mentores representan su personaje en el estudio donde discurre este reality show de factura engañosa, que ha logrado desorientar al público.

Oponerse a esta tendencia supondría ir en contra de la realidad actual, dominada por la sociedad del espectáculo. Podríamos desafiar al establishment lanzando la siguiente consigna, cual futurista exacerbado: “la realidad está en la tele”. Dicha sentencia no estaría del todo errada y explica, en gran medida, cuál es la médula de la sociedad de la información. Pero, si nos propusiéramos actuar de esta manera quedaríamos fuera del juego, como ocurre en los casos de esos personajes que construyen un discurso nihilista y alejado del suelo.

La sociedad de la información es una de las más complejas e incomprensibles de las sociedades en que la humanidad haya estado inmersa. Tomar el potencial al que esta complejidad puede conducirnos, situándonos solamente como sujetos mediatizados / mediatizables nos abocaría al facilismo y a la banalidad y, por ende, a que todos tendamos a ser estrellas y críticos con la consiguiente desaparición de las ideas y la crítica. Nuestra sociedad se convertiría en un espacio donde todo vale y donde es posible crear nada: tierra fértil para el surgimiento de figuras de escaso conocimiento y valor.

Reducirse a entender que la sociedad contemporánea es solamente esto, es falso. La multiplicidad de medios nos abre nuevas vías de expresión y provocan la interacción creativa del pensamiento. Nuestra premisa debe ser trabajar desde las entrañas de esta sociedad hiperinformada y caótica en su construcción digital para extraer de ella no sólo el material que nos permita desenmascarar a los fantoches, sino también la sustancia con la que construir una arquitectura acorde con la realidad de la sociedad actual.

fuente: 0300.tv

Fredy Massad. Arquitecto de la Universidad de Buenos Aires. Junto con Alicia Guerrero Yeste funda ¿btbW/Architecture [1996]. Es editor del libro A+A Arquitecturanimación [Actar, Barcelona, 2002] y del monográfico Arquitectura en la época de la Revolución Digital para la revista Experimenta [Madrid, 2003]. Participante de diversas ediciones de SONAR [Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia de Barcelona]. Curador del programa Visions of Latin American Architecture, para el Museo del Barrio en NY [2007]. Actualmente es crítico de arquitectura en los diarios españoles ABC y La Vanguardia.

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