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El mito del Tibet.

Cómo un régimen dictatorial de monjes es románticamente transfigurado.
Colin Goldner

Este artículo es sobre el pueblo de Tíbet, sobre su liberación social y autodeterminación individual. Tíbet debería ser libre de la dictadura militar china; pero también debe ser libre del violento fundamentalísimo religioso de los lamas tibetanos.
El ‘viejo Tíbet’, como es visto en libros y escrituras comunes en el mundo occidental, se muestra como un Paraíso en la tierra —el mítico Shangri-La, que permitió la vida feliz y satisfactoria de la gente según ellos, la naturaleza y sus dioses.
El mismo Dalai Lama da una amplia descripción de la vida alegre y sin preocupaciones de la gente que ahí habita.
La continua influencia del budismo produjo una ‘sociedad de paz y armonía’.
Con la ocupación del Tíbet por los chinos en 1950 este paraíso fue destruido irreversiblemente.
La historia moderna ha sabido por algún tiempo que el “viejo Tíbet” no era de ninguna manera la sociedad pacífica y armónica que el Dalai Lama afirma.
Para la gran mayoría de la gente, la vida era en verdad el ‘infierno en la tierra’ mismo que los propagandistas chinos siempre mencionaban, y que fue utilizado para legitimar la invasión de 1950 como una obligación revolucionara de liberar al pueblo tibetano.

Explotación Sin Misericordia.
La élite gobernante de monjes explotó tierras y gente sin piedad con la ayuda de una amplia red de monasterios.
La pobreza y la hambruna aguda dominaba la vida cotidiana en el Tíbet; no existían facilidades educativas y de salubridad.
Similar a la sociedad hindú de India, el Tíbet mantuvo una estricta jerarquía de castas, incluyendo una casta de ‘intocables’.
Tanto para los privilegiados como para los no privilegiados, las condiciones de vida eran explicadas y justificadas por el dogma del karma budista, el cual postula que la vida presente es siempre un resultado de méritos acumulados y fallas en una vida previa.
El código penal tibetano se caracterizaba por ser muy cruel.
Algunas de las medidas comunes de castigo que duraron hasta finales del siglo XX consistían en linchamientos públicos, amputación de extremidades, desprendimiento de la piel de los convictos vivos, y cosas por el estilo.
Ya que los principios budistas prohiben matar a seres vivos, los delincuentes eran frecuentemente torturados casi hasta la muerte y luego dejados a su propia suerte.
Si morían por resultado de las torturas, se consideraba que lo había causado su propio Karma.
El Dalai Lama admite que el Tíbet feudal no era “precisamente perfecto”.
Pero hasta ahí llega su autocrítica.
Completamente se hace el desentendido de la miseria absoluta de la población bajo el régimen de los monjes.
Aún ignora estas condiciones y por lo tanto aclama la transfiguración romántica del viejo Tíbet.
La visión transfigurada del Tíbet esta basada principalmente en una ignorancia sospechosa de hechos históricos, particularmente en el oeste.
El feudalismo teocrático del Tíbet existió en su forma predominante hasta 1950, comenzando a mediados del siglo XVII, cuando una secta militante del Gelugpa (‘Gorros amarillos’), con ayuda de los mongoles, tuvieron éxito en eliminar a todos sus oponentes políticos locales.
Esto resultó en que el líder de entonces del Gelugpa, conocido como el ‘Gran Quinto Dalai Lama’, autoproclamándose la autoridad espiritual y secular más alta de la región.
Y aunque el Tíbet fue asignado al protectorado militar de los Manchú en 1720, y fue transformando completamente en un estado de China en 1793, el régimen de los lamas mantuvo un poder interno sin restricciones.

Poder chino
La ocupación China del Tíbet en 1950 fue justificada en un concepto, basado históricamente y heredado del imperio, de la República Popular China.
Desde el punto de vista de Pekín el Tíbet era desde 1720 una parte inseparable del territorio chino; si la ocupación era legítima según la ley de las naciones ello no puede ser aclarado hasta la fecha.
Probablemente habrá versiones irreconciliables sobre esto aún en el futuro.
Los actos de violencia y destrucción llevados a cabo por el ejército de liberación popular, particularmente aquellos que se realizaron en nombre de la Revolución Cultural en la década de 1960, no pueden ser justificados o perdonados de ninguna manera.
Sin embargo, uno no puede confiarse, en principio, de los pronunciamientos de los exiliados tibetanos y de sus partidarios internacionales: estos son, si no totalmente inventados, sí como regla exagerados y/o se refieren a acontecimientos que no ocurrieron.
La afirmación del gobierno exiliado del Dalai Lama de que “la vida cotidiana de los tibetanos en su propia tierra” esta dictada por “la tortura, el terror mental, la discriminación y una falta de respeto total de la dignidad humana” es pura propaganda que quiere ganar simpatía o contribuciones monetarias; tales acusaciones no reflejan las realidades de hoy en el Tíbet.
De igual forma, las acusaciones de abortos forzados y esterilizaciones de mujeres tibetanas, de la destrucción sistemática de la herencia cultural tibetana no concuerdan con los hechos.
Nada legitima democráticamente a los Dalai Lamas como “Reyes-Dios” del Tíbet; en realidad son, similar a otros Grandes-Lamas, escogidos por su rol en una base de predicciones astrológicas y de otro tipo por el Gelugpa.
El actual Dalai Lama, que se ve a sí mismo como la catorceava reencarnación de sus predecesores, fue elegido de esta manera a la edad de 2 años y medio.

Fantasmas y Demonios.
La doctrina Gelugpa es una colección obtrusa de creencias en fantasmas y demonios, combinadas con rituales degradantes paroxísticos.
Como cualquier religión está basada esencialmente en la explotación de lo que hay después de la vida.
Las enseñanzas del budismo tibetano muestran horribles descripciones de monstruos, vampiros y demonios.
Quien no obedezca las leyes divinas de los lamas se encontrará inevitablemente en uno de los dieciséis infiernos.
- Uno de estos consiste en un “pantano hediondo de excrementos” en donde el desobediente es sumergido hasta el cuello, mientras simultáneamente, ser “picoteado hasta el hueso por los picos filosos de los insectos inmensos que habitan ahí”.
- En otros infiernos uno es quemado, azotado y aplastado por grandes piedras, o cortado en mil piezas por cuchillos filosos gigantes.
Lo que este tipo de locura patológica del karma causa en la gente simple y sin educación —sin mencionar a los niños de tres y cuatro años a los cuales se les satura con esto— uno sólo puede se lo puede imaginar con horror.
El budismo tibetano, o lamaísmo, sistemáticamente alienta a personas con mentes y almas perversas.
Un componente significante del ritualismo, el cual contiene varias prácticas sexuales —profundamente despreciativas hacia las mujeres— como es la ingestión de “sustancias sucias”.
- Estas incluyen cinco tipos de carne (de res, perro, elefante, caballo y humano), así como cinco tipos de líquidos (excremento, cerebro, fluidos sexuales, sangre y orina).
- El propósito de estos tipos de ritos tántricos es darse cuenta de que “nada en sí mismo es limpio o sucio y todas estas nociones están basadas en falsas concepciones.”
-Consecuentemente, hasta la carne humana debe ser comida.
Una sociedad entera es victimizada por tales actos colectivos de engaños bajo el yugo de un tipo de locura que se pasa de una generación de monjes a la siguiente.
Al final, aún los monjes y los lamas son víctimas que, siendo taladradas desde la niñez, perdiendo cualquier oportunidad de acción y pensamiento independiente, no pueden darse cuenta por ellos mismos de esta locura psicopática en la cual están atrapados; toman su autoconciencia oculta y sus actos asquerosos como una expresión de conciencia elevada, indispensable para el “camino a la iluminación”.

Publicado originalmente en Diesseits #49/1999 (Alemania).

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