Para entender este excelente texto, hay que ser tapatío. El clasismo y los códigos locales son intraducibles e inexplicables para personas que no son de aquí.
Vale la pena leerlo completo.
Vale la pena leerlo completo.

Aquí en colinas.
por José Luis Gómez.
Vivir aquí en colinas de la normal en verdad tiene sus riesgos; quizás no sean tan devastadores como los que se corren en, digamos, Oblatos, o en Miravalle, o en la Ferrocarril, en donde la vida de uno a veces equivale a un dígito en las estadísticas contabilizadas por la nota roja; quizás no sean ese tipo de riesgos tan intimidantes, que te convierten en adicto de alarmas sofisticadas y a juntas de colonos de tácticas de vigilancia, como los enfrentados por quienes viven en Chapalita o bien en Providencia; o esos riesgos tan desesperantes, llenos de angustia, tan palpables en la Ladrón de Guevara, en donde sólo cuentas con vecinos doctores o abogados, y nada más en horas de oficina, y en días hábiles. Aquí en Colinas de la Normal los riesgos son diferentes, y tienen que ver más que con ninguna otra cosa con la perturbación de la ubicuidad y sus resultantes embrollos de pertenencia, y sus matices discriminatorios originados por la condición de colindar, restregonamente, con el crápula subdesarrollo del barrio bravo del Retiro y la opulencia refulgente de Jardines Alcalde.
Aún me acuerdo Minerva de cómo tú te envolvías en gruesas capas de magnanimidad, cada vez que tenías de enfatizar que tu domicilio se encontraba de la avenida Normalistas para acá, del lado en donde las casas sí tienen cochera. Y lo decía con esa tu voz de timbre gangosito y de tono cantadito que siempre te ha salido a la perfección, encantador; y al oírtelo decir, uno casi podía ver el camellón de dicha avenida, que separa a Colinas del Retiro, arrancarse de su suelo para erigirse como una gran muralla protectora de la invasión fiera de perniciosos vendedores de fruta en carritos de madera y señoras de rebozo ofreciendo tierra para las macetas; uno casi lo podía ver, mientras tú, Minerva querida, apoyada en poses extraídas de revistas del corazón remarcabas con tu boquita pintada en un rojo fresa muy discreto, toda la distancia que le falta al Retiro para rozar siquiera a Colinas de la Normal.
Sobra decir que los riesgos de quienes vivimos aquí consisten, precisamente, en someternos ante un avasallador alud de prejuicios clasistas que nos obligan a utilizar términos, tan exagerados como...
LEER COMPLETO.Aún me acuerdo Minerva de cómo tú te envolvías en gruesas capas de magnanimidad, cada vez que tenías de enfatizar que tu domicilio se encontraba de la avenida Normalistas para acá, del lado en donde las casas sí tienen cochera. Y lo decía con esa tu voz de timbre gangosito y de tono cantadito que siempre te ha salido a la perfección, encantador; y al oírtelo decir, uno casi podía ver el camellón de dicha avenida, que separa a Colinas del Retiro, arrancarse de su suelo para erigirse como una gran muralla protectora de la invasión fiera de perniciosos vendedores de fruta en carritos de madera y señoras de rebozo ofreciendo tierra para las macetas; uno casi lo podía ver, mientras tú, Minerva querida, apoyada en poses extraídas de revistas del corazón remarcabas con tu boquita pintada en un rojo fresa muy discreto, toda la distancia que le falta al Retiro para rozar siquiera a Colinas de la Normal.
Sobra decir que los riesgos de quienes vivimos aquí consisten, precisamente, en someternos ante un avasallador alud de prejuicios clasistas que nos obligan a utilizar términos, tan exagerados como...
Vía: De café y otros vicios.
Qué gusto encontrar el texto de aquí en Colinas en tu blog, ojalá muchos más lo lean hasta el final..
ResponderBorrares fuerte, y es preciso lo que dices, son códigos tan internos y tan incrustados en Guadalajara...
que seguimos arrastrando y desenvolviéndonos en ellos...
Saludos Felipeno!