
Una de las expresiones más conocidas desarrolladas por el nuevo zapatismo de Chiapas es la frase: “Mandar Obedeciendo”.
Ésta no surge de la nada, sino que se origina en valores y principios de los pueblos mayas originarios de Chiapas, desde donde es recuperado como uno de los valores fundamentales del proyecto del EZLN.
Sin pretender interpretar lo que la frase quiera decir para ellos, los zapatistas, es necesario al menos mostrar el profundo significado que adquiere como un valor que viene desde el margen hacia el centro de la actividad política.
Cuando pensamos en nuestros políticos en la tradición democrática representativa occidental, hasta nos causa risa pensar que ellos obedecen y siguen las propuestas de quienes los eligen. En realidad, la representación política se ha transformado en un problema central de las sociedades actuales, ya que finalmente no es transparente y los intereses que en la mayoría de los casos defienden los representantes corresponden a intereses económicos y no necesidades de personas concretas.
El problema es que la política y su complejo entramado termina haciéndose incomprensible para el ciudadano, que finalmente, desencantado, acepta que le transformen un asunto ideológico, de principios políticos, en un asunto de marketing.
Es ahí donde el zapatismo con su “Mandar Obedeciendo” se vuelve central como un valor contracultural. Es pedirle a la política que haga lo que nunca ha hecho, obedecer. Abandonar una justicia hecha a la medida de los poderosos y haciendo una justicia para los sometidos; abandonar una libertad regida por las reglas del capital y de la propiedad privada (y que termina restringiendo la libertad de las personas, haciendola excluyente), por una libertad más integral que de sentido a la existencia; abandonar la apariencia de la democracia (basada en el marketing, en las encuestas, en el populismo de derecha y en las reglas de mercado), por una democracia más de fondo centrada en las personas y su sufrimiento cotidiano y no en las reglas macroeconómicas de crecimiento.
Ésta no surge de la nada, sino que se origina en valores y principios de los pueblos mayas originarios de Chiapas, desde donde es recuperado como uno de los valores fundamentales del proyecto del EZLN.
Sin pretender interpretar lo que la frase quiera decir para ellos, los zapatistas, es necesario al menos mostrar el profundo significado que adquiere como un valor que viene desde el margen hacia el centro de la actividad política.
Cuando pensamos en nuestros políticos en la tradición democrática representativa occidental, hasta nos causa risa pensar que ellos obedecen y siguen las propuestas de quienes los eligen. En realidad, la representación política se ha transformado en un problema central de las sociedades actuales, ya que finalmente no es transparente y los intereses que en la mayoría de los casos defienden los representantes corresponden a intereses económicos y no necesidades de personas concretas.
El problema es que la política y su complejo entramado termina haciéndose incomprensible para el ciudadano, que finalmente, desencantado, acepta que le transformen un asunto ideológico, de principios políticos, en un asunto de marketing.
Es ahí donde el zapatismo con su “Mandar Obedeciendo” se vuelve central como un valor contracultural. Es pedirle a la política que haga lo que nunca ha hecho, obedecer. Abandonar una justicia hecha a la medida de los poderosos y haciendo una justicia para los sometidos; abandonar una libertad regida por las reglas del capital y de la propiedad privada (y que termina restringiendo la libertad de las personas, haciendola excluyente), por una libertad más integral que de sentido a la existencia; abandonar la apariencia de la democracia (basada en el marketing, en las encuestas, en el populismo de derecha y en las reglas de mercado), por una democracia más de fondo centrada en las personas y su sufrimiento cotidiano y no en las reglas macroeconómicas de crecimiento.
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