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Björk: Del colapso económico al desastre ecológico

Después de una gira de 18 meses estaba ansiosa por regresar unas pocas semanas a la buena y sólida Islandia para disfrutar de un poco de estabilidad. A principios de este año di allí un concierto que pretendía aumentar la concienciación popular con respecto al medio ambiente local y el 10% del país asistió; pero no me pareció suficiente.

Por eso, al regresar decidí contactar a todos los isleños que habían tratado sin éxito de crear nuevas empresas y poner en práctica nuevos métodos ecológicos de trabajo. Durante muchos años la principal fuente de ingresos de Islandia fue la pesca, pero cuando dejó de ser rentable la gente empezó a buscar otras maneras de ganarse la vida. Los conservadores que gobiernan el país pensaron que si domeñaban la energía natural de Islandia para vendérsela a grandes compañías como Alcoa y Rio Tinto, solucionarían el problema.

Ahora tenemos tres fundiciones de aluminio, las mayores de Europa; y en los tres próximos años quieren construir dos más. Dichas fundiciones necesitarán energía de un puñado de nuevas plantas de geotérmicas, así como la construcción de represas que dañarían espacios naturales impolutos, manantiales y campos de lava. La obtención de tanta energía a partir de campos geotérmicos no es sostenible.

Muchos islandeses se oponen a la construcción de esas fundiciones. Más bien preferirían continuar desarrollando pequeñas empresas de su propiedad y no hacer ese gasto. En Islandia ha habido muchas luchas para defender esta causa. Una de ellas tuvo como resultado que el ministro de Medio Ambiente insistiese en que por primera vez se llevase a cabo un estudio de impacto medioambiental antes de construir cualquier fundición o represa.

Y, luego, estalló la crisis económica. Jóvenes familias se ven amenazadas con perder sus hogares y los ancianos con perder sus pensiones. Es algo catastrófico. Se palpa la rabia. La gente abuchea por la calle a los seis mayores capitalistas de Islandia y los critica en la radio y la televisión; voces furiosas insisten en que vendan sus propiedades y entreguen los beneficios al Estado. Se ha sabido que unos cuantos individuos obtuvieron préstamos gigantescos en el extranjero sin que el pueblo islandés tuviera conocimiento de ello. Ahora, según parece, es la nación quien debe reembolsarlos.

Lo que exaspera a la gente es que los responsables de haber sumido a los islandeses en esta situación son los mismos que ahora tratan de sacarnos de ella. Muchos exigen que dimitan y permitan que otros pongan orden. El más criticado es Davíð Oddsson, que se nombró a sí mismo director del Banco Central después de 19 años como alcalde de Reykjavik y de 13 años como primer ministro. Una vez a la semana, los capitalinos se reúnen en el centro de la ciudad para pedir su dimisión.



Y entonces, por sorpresa, fuimos víctimas del espectacular mazazo que nos asestó el primer ministro del Reino Unido. Cito textualmente una petición firmada por la décima parte del pueblo islandés: "Gordon Brown ha utilizado de forma injustificada la Ley Antiterrorista contra el pueblo de Islandia para obtener beneficios políticos a corto plazo. Esto ha transformado la grave situación en un desastre nacional... hora a hora y día a día, las acciones del gobierno británico están aniquilando indiscriminadamente los intereses islandeses.”

En general soy ajena la política. Vivo feliz en la tierra de la música. Pero me impliqué porque los políticos parecen empeñados en arruinar el entorno natural de Islandia. Y la semana pasada leí que a causa de la crisis algunos parlamentarios islandeses están cabildeando para que se haga caso omiso de la evaluación medioambiental y las represas puedan construirse lo más rápidamente posible con el fin de que Alcoa y Rio Tinto obtengan la energía que necesitan para hacer funcionar las dos nuevas fundiciones.

Islandia es un pequeño país. No hubo aquí revolución industrial y yo tenía la esperanza de que podríamos evitarla por completo y pasar directamente a opciones sostenibles de alta tecnología. Si alguien era capaz de hacerlo, éramos nosotros. La mentalidad islandesa tiene algo de maravilloso, somos audaces y adictos al riesgo hasta el extremo de la imprudencia. A la hora de hacer música, de contar historias y de reflexionar de forma creativa esta adicción al riesgo es algo grande. Y tras haberme introducido en muchas pequeñas empresas islandesas en proceso de crecimiento, me doy cuenta de que muchas de ellas han dado pruebas de audacia, ya sea en la biotecnología o en la alta tecnología.

Los islandeses son gente de una sólida formación en ciencias avanzadas. Tenemos a ORF, que es una de las mejores compañías de biogenética en el mundo; a Össur, un fabricante de piernas artificiales; a CCP, un fabricante de juegos informáticos, y a otros muchos. También tenemos muchos médicos y profesionales sanitarios. Gracias a los cientos de géiseres naturales que brotan en toda la isla y a nuestra (hasta ahora) casi inalterada naturaleza, Islandia podría convertirse fácilmente en un enorme y suntuoso balneario al que la gente podría venir a curar sus dolencias y descansar. Más valdría que el gobierno utilizase el dinero para apoyar a estas empresas en vez de ponerlo al servicio de Alcoa y Rio Tinto.

La flexibilidad es importante: tendremos que vivir con las tres fundiciones de aluminio que ya están en marcha y tratar de buscar la manera de volverlas más ecológicas. ¿Pero acaso necesitamos cinco? En el pasado pusimos todos los huevos en un mismo cesto y eso ha demostrado ser peligroso, como ya nos dimos cuenta cuando el 70% de nuestros ingresos provenían de la pesca. Ahora estamos al borde del abismo por haber apostado todo a las finanzas. Si construimos dos fundiciones de aluminio más, Islandia se convertiría en el mayor fundidor de aluminio del mundo y pasaríamos a ser conocidos sólo por eso. Quedaría poco lugar para cualquier otra cosa. Y si el precio del aluminio cayese -como está sucediendo- sería catastrófico.

Islandia puede ser más autosuficiente y más creativa y, al mismo tiempo, hacer las cosas de una manera más acorde con el siglo XXI que con el XIX. Puede construir menos represas, más pequeñas y ecológicas. Utilicemos esta crisis económica para ser totalmente sostenibles. Enseñemos al mundo todo lo que sabemos sobre plantas de energía geotérmica. Apoyemos a las empresas verdes. Empecemos desde abajo. Puede que tarden más en crecer y en dar beneficios, pero se basan en algo sólido, estable e independiente de los vaivenes de Wall Street y del volátil precio del aluminio.

Y eso ayudará a Islandia a seguir siendo lo que mejor sabe ser: una incólume y maravillosa fuerza de la naturaleza.

Publicado en Timesonline
Traducido por Manuel Talens.
Vía: Rebelión

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