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Viaducto, una segunda oportunidad

Por Felipeno.

Septiembre del 2010 podría ser el mes en el que el ejercicio de agilización vehicular de la Av. López Mateos cumpla tres años.



Durante la celebración internacional del día mundial sin auto del 2007 Guadalajara amaneció sorprendida ante la decisión unilateral de la Secretaría de Vialidad y Transporte de ejecutar el famoso “viaducto” López Mateos, favoreciendo e impulsando la cultura de uso indiscriminado del vehículo automotor prevaleciente. De un día a otro y sin decir agua va, los cruces perpendiculares a la avenida fueron mayoritariamente suspendidos, los semáforos se quedaron en verde indefinidamente y los tiempos de cruces peatonales dramáticamente reducidos.

El ejercicio de fin de semana surgió como una respuesta desesperada ante por un lado la obvia inutilidad de la infraestructura pro-auto que tanto le habría costado a las administraciones anteriores y que después de construir túnel tras túnel dejaría a la avenida tan congestionada como al principio, como por el otro, la evidencia del problema que la falta de planeación y la excesiva permisividad de desarrollos habitacionales en zonas “especulables”, en este caso en Zapopan y sobre todo en Tlajomulco, podría ocasionar.

Sin considerar la seguridad de los transeúntes, el cruce de ciclistas e incluso el de automóviles; el viaducto se convirtió en un símbolo de la discriminación que ocasiona el favorecer al transito automotor y a la velocidad. Peatones, personas con algún tipo de discapacidad, ciclistas y transporte público fueron omitidos en la creación de esta cicatriz urbana que, parches mas, parches menos, prevalece hasta hoy.

El acto autoritario fue cuestionado prácticamente desde el día de su gestión por ciudadanos inconformes de las mas diversas extracciones que al tiempo han venido consolidando un discurso de derecho a la ciudad, de participación ciudadana y de movilidad urbana sustentable que han seguido siendo ignorados y ninguneados por los gobiernos metropolitanos y estatales.

Pocas modificaciones se han logrado. Los pasos peatonales frente a Plaza del Sol, punto central de las manifestaciones ciudadanas de aquellos tiempos, fueron mejorados tanto físicamente como en tiempo de paso para peatones y algunas intersecciones volvieron a la normalidad sin que la SVT reconociera los errores cometidos. Pero otros puntos no corrieron con tan buena suerte. Tratando de corregir el sinfín de equivocaciones la Secretaría de Desarrollo Urbano mando colocar puentes peatonales ocasionales, priorizando nuevamente el transito automotor y dejando claro que el paseante sería el que debería esquivar la calle y consolidando el mensaje de que el auto es en realidad la prioridad en la construcción de la ciudad.

En unos meses el ejercicio del viaducto ya era también insuficiente así que se decidió alargarlo más allá del periférico para alcanzar al municipio de Tlajomulco y a sus múltiples cotos y fraccionamientos. La avenida pasando periférico pasó de ser una carretera suburbana a una auténtica autopista que en lugar de buscar accesibilidad para todos e integrar el nuevo entorno urbano, se ha venido consolidando como una autentica muralla infranqueable para aquel que por necesidad o decisión personal transita a pie o en bicicleta. El simple acto de cruzar la calle en el viaducto tlajomulquense puede significar la muerte.

Toda esta serie de consideraciones erradas fueron en su momento tomadas por administraciones gubernamentales pasadas emanadas de un solo partido y bajo cosmovisiones generacionales que no corresponderían a nuestra época. El contexto político actual ha cambiado. La juventud y nuevas visiones de los alcaldes metropolitanos involucrados, Aristóteles, Vielma y Alfaro sumadas a las del nuevo Secretario de Vialidad Monraz, bien podría meter reversa a las absurdas decisiones autoritarias que sus respectivos antecesores ejecutaron y permitieron. Pero cada uno de ellos tendrá que lidiar con los pesos completos de sus respectivos partidos, defender el empoderamiento de una nueva generación de tapatíos y construir junto al ciudadano común una sociedad más democrática y una ciudad verdaderamente para todos. El viaducto López Mateos podría ser un excelente inicio. Ojalá.

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