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Moral Tapatía




Sobre nuestra ciudad pesa el bien ganado mote de ciudad moralina. Para muchos tapatíos es incluso una cuestión de orgullo e identidad el hecho de ser esta la Guadalajara en la que prevalece uno de los más intensos arraigos de tradiciones sustentadas en valores morales que aunque en fechas recientes han cambiado en forma, no necesariamente lo han hecho en fondo.

Yo diría para bien.

Es aquí, por ejemplo, donde el movimiento ciclista ha crecido con mayor fuerza. Miles de ciudadanos con capacidad económica para hacerlo de otro modo han cambiado su manera de moverse por la ciudad adoptando la bicicleta como medio de transporte principal. Miles exigen activamente la consolidación de un sistema de tránsito ciclista seguro y miles más se dicen dispuestos a dar el brinco hacia el ciclismo urbano habitual de haber las condiciones de seguridad vial apropiadas. Todo bajo un argumento esencialmente moral. Sería exagerado decir que el fenómeno tapatío es un asunto de ahorro económico o de salud, que aunque también son factores que lo propician no pesan tanto como el juicio moral que invariablemente hacemos como sociedad moralina que somos de alguien que va en bicicleta: es alguien bueno/a, que quiere a su ciudad, que cuida el ambiente.

Aunque vaya desnudo, aunque se tire disfrazado de accidentado en la calle, aunque obligue al automovilista a cambiarse de carril, aunque durante un paseo detenga el flujo de automovilistas por dos o tres cambios de semáforo continuos, el ciclista urbano es poseedor de una intachable moral que promueve el respeto entre ciudadanos y las más civilizadas normas de convivencia urbana. No se puede juzgar diferente a las exitosas “multas de la vergüenza” o “wiki-multas” que en el contexto del próximo congreso internacional Hacia ciudades libres de autos se reparten para que el ciudadano de a pie pueda multar simbólicamente, es decir “moralmente” al auto mal estacionado que bloquea rampas para discapacitados, pasos cebra o áreas peatonales. Estas multas golpean directamente al ego moralino de quien las recibe más allá de lo que indique la ley o de la falta de capacidad de la autoridad para hacerla valer.

Lo mismo aplica en la exigencia ciudadana para la cancelación de la Vía Exprés, que habría dividido comunidades e implantado un modelo de ciudad pro-automóvil favoreciendo la dispersión urbana y creando más problemas que soluciones o para la cada vez más urgente salida del auditor Godoy Pelayo, que ha colocado a nuestros supuestos representantes en el Congreso entre la espada y la pared, vamos, entre los intereses de sus respectivos grupos y su propia condición moral. Ambas causas han sido promovidas por grupos de ciudadanos organizados de los más diversos orígenes ideológicos, unidos por un argumento profundamente moral.



Original en Milenio Jalisco

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