No parece haber escapatoria, la publicidad electoral ha invadido todo. Por toda la ciudad, los mensajes estratégicamente diseñados intentan convencernos de votar por tal o cual candidato. En radio y televisión prácticamente han desaparecido los anuncios habituales para ser sustituidos por eslóganes de campañas políticas.
Incluso Internet dejó de ser el refugio que era, la columna derecha de Facebook presenta en simultaneo la publicidad de tres candidatos, Twitter es el campo de batalla de personajes falsos creados con fines electorales y tienen que pasar al menos cinco segundos en youtube para que podamos omitir el mensaje electoral previo al video solicitado.
Aunque nuestra ciudad cuenta con la ventaja de haber prohibido hace años la publicidad con carteles y pendones que abarrotaban los postes, los candidatos no han tenido reparo en contratar servicios de propaganda motorizada. Vehículos de carga, que no cargan nada más que un espectacular enorme con la cara de algún candidato, van de un lado a otro incrementando la congestión vehicular y contaminando nuestro tan lastimado aire.
Es ridículo hasta lo surrealista, que los candidatos, en foros y entrevistas aleguen poseer la mejor propuesta de movilidad para el futuro de la metrópoli y en la práctica real, todos tengan contratados servicios de publicidad motorizada. Servicios que, dicho sea de paso, debieran estar tajantemente prohibidos en el estado, por razones tan sencillas como la contaminación visual que producen, los problemas de congestión vial que padecemos y la mala calidad del aire que prevalece.
Otro ejemplo patético de la falta de sentido común y sobredosis de subdesarrollo de las campañas políticas son las caravanas automovilísticas. ¿A qué genio del marketing contemporáneo se le ocurrió que sería buena idea tener una hilera de autos llenos de porristas prepotentes, agitando banderitas, lastimando derechos de peatones y ciclistas, dando vueltas innecesarias por doquier, multiplicando la problemática de movilidad en la ciudad?
Poco menos grave son las tomas de esquinas por equipos de campaña armados con equipos de sonido que rebasan los decibeles que permiten los reglamentos municipales. Como si no bastara con la contaminación auditiva que nos tenemos que chutar a diario, en época electoral además hay que resignarse a tolerar el gusto musical de tal o cual partido.
Lo único que han demostrado hasta ahora es que les interesa mucho más el voto que el votante. De entre ellos saldrán nuestros futuros gobernantes y entre sus responsabilidades estará defender nuestro aire, mejorar la imagen urbana y reducir la contaminación auditiva. Vaya lío.
Originalmente publicada en Milenio Jalisco.
Originalmente publicada en Milenio Jalisco.
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