
Cuando los estudiantes gritan a Peña cosas como “asesino” haciendo referencia a lo ocurrido en Atenco, uno no puede evitar pensar en primer lugar que se trata de una exageración. Al final, el ex gobernador sólo reconoce que hubo excesos por parte de sus cuerpos policiales y se deslinda de los hechos. Ojalá fuera sólo eso.
Aunque después se disculpó, el presidente nacional del PRI no dudó en
tildar a la primera, de porros y provocadores a los estudiantes de la
Ibero e incluso a solicitar que se les castigue. A muchos, su actitud no
nos parece extraña proviniendo de un político priista de su generación.
En Internet se pueden encontrar decenas de videos que muestran la
violencia de grupos promotores del voto priista, amenazando, ofendiendo e
incluso golpeando, como en los casos de Colima y Saltillo a alguien no
afín a Peña Nieto.
El escenario local no es tan diferente. La violencia implícita está ahí.
Hace unas semanas, una caravana automovilística con banderines de
apoyo a Aristóteles Sandoval cerraron imprudentemente el paso a la
ciclista Gío Gómez, ocasionando que frene repentinamente, pierda el
equilibro y se golpee. En lugar de disculparse, los finos promotores del
voto priista le espetaron un amable e innecesario “vieja pendeja,
súbete a la banqueta”.
Caminando por el centro, descubro a un par de jóvenes pegando
calcomanías del candidato a la gubernatura encima de las de otros
candidatos en autos estacionados y sin la autorización de los
propietarios. La semana pasada, decenas de automovilistas encontraron
sus coches con publicidad pegada no autorizada.
Bernardo Herrera, activista de Ciudad para Todos, fue amenazado al
punto de los golpes por un grupo de priistas que ocupaban una esquina en
el barrio de Santa Tere tras pedirles que le permitieran pasar y llegar
a su casa.
En el Paseo Chaputepec, el sábado pasado, un grupo de promotores del
voto por Ramiro Hernández, candidato del PRI a la alcaldía tapatía,
cubrió la vista del bazar de artesanías que ahí se pone con mamparas y
propaganda. Tras la solicitud de los artesanos de que se retiren para
poder trabajar, alguien del grupo de priistas gritó “pinches tiangueros,
ya nos veremos cuando Ramiro sea presidente, todos ustedes se van a ir a
la chingada”.
No digo que los promotores de otros partidos sean unas blancas
palomitas, pero parece que los priistas tienen problemas disimulando la
prepotencia. Los múltiples incidentes de violencia se propagan en redes
sociales virtuales y en el que sigue siendo el medio de comunicación más
eficaz con que contamos: de boca en boca. Todos hemos escuchado una
historia similar.
Votar en contra del PRI no es sólo votar contra el corporativismo, y
las Elba Esther, los Romero Deschamps y todas esas historias de
gobernadores que parecen lejanas y desconocidas. Votar en contra del PRI
también es detener el empoderamiento del personaje prepotente y
violento que nos hemos encontrado en nuestro barrio, en nuestra ciudad, a
la vuelta de la esquina.
Originalmente publicada en Milenio Jalisco
Originalmente publicada en Milenio Jalisco
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