Cuando la SCT anuncia que mandará a hacer estudios, con un costo de
200 millones de pesos, para analizar la viabilidad de un sistema de
transporte masivo por el –estudiadísimo– corredor diagonal
Revolución-Alcalde-Ávila Camacho, uno simplemente no sabe que pensar.
En esta diagonal, que atraviesa toda la metrópoli, se realizaron
estudios de demanda, se proyectó la línea 2 de Macrobús con proyecto
completo, se gestionó el recurso correspondiente, se dijo una y otra vez
que aportaría de manera importante a reducir la problemática de
movilidad de la ciudad, protagonizó el levantamiento de vecinos en
contra, fue fuertemente capitalizado en las campañas políticas del 2009 y
al final los municipios lo detuvieron aún con el dinero en la mano.
Después, se impulsaron proyectos por la misma diagonal: la
posibilidad de un tranvía en el tramo Zapopano, la quimérica ilusión de
un tren magnético en Guadalajara, el proyecto completo de ciclovía a
ambos lados de la Avenida Ávila Camacho y un BRT por el tramo
tlaquepaquense. Ninguno prosperó.
Ahora, la ocurrencia viene de más arriba. El gobierno federal
promueve estudios para ejecutar un tren ligero por exactamente la misma
ruta. Estudios que de realizarse concluirán que lo apropiado es un BRT
por los carriles centrales que vaya aumentando paulatinamente la demanda
para escalarse después a algún sistema férreo, es decir, lo que ya se
sabe. Estudios, que además se anuncian a un costo elevadísimo y cuya
posible ejecución quedará en manos del gobierno entrante, encabezado
precisamente por quién canceló el proyecto como alcalde tapatío.
¿Surrealista? Bueno, esto es México.
Ni el gobierno federal, ni los alcaldes salientes, ni en su momento
el gobierno estatal, han tratado de explicar qué harán con la incontable
cantidad de rutas de transporte tradicional que pasan por el corredor
diagonal. Más allá del sistema y de su sustentabilidad financiera o de
la repetición de estudios pagados una y otra vez sobre el mismo tema, el
problema de fondo en la consolidación del eje de transporte es que
hacer con los transportistas que operan ahí. Ningún corredor en el área
metropolitana alberga tantas rutas y aunque es cierto que el pulpo
camionero suele ser un hueso duro de roer, también es cierto que no se
puede simplemente retirar del sistema a propietarios honestos de
autobuses que traen circulando su patrimonio. A esa enredadera nadie le
entra.
No es exagerado decir que la mayoría de las rutas de la ciudad tocan
en algún punto el corredor y consolidarlo implicaría la reestructuración
de gran parte de las rutas existentes y una ardua negociación con sus
operadores. Nadie ha planteado alternativa alguna para los
transportistas a los que un cambio repentino les puede significar la
quiebra y la pérdida total de su patrimonio.
Otro gallo cantaría, si en lugar de repetir estudios sin ton ni son,
los tres órdenes de gobierno coordinados, generaran programas que
exploren e impulsen otros nichos de mercado en el ámbito de la
movilidad, como podría ser por ejemplo, transporte escolar, empresarial o
de servicios específicos. Nichos que podrían ser atractivos para un
sector de los empresarios transportistas y que podrían empezar a
desmarañar el complicado enredo que es el transporte público en nuestra
ciudad.
Originalmente publicado en Milenio.
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