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Desincentivar cobrando



Nadie, en su sano juicio, organizará una gran manifestación para exigir que se vuelva a implementar el pago de tenencia anual a vehículos automotores. Este impuesto sesentero implementado en relación al valor de la propiedad; como el predial; es de los más odiados por la ciudadanía. 

Con la lógica prevaleciente de búsqueda de popularidad, toda la clase política local suele homogeneizarse en torno al tema. La tenencia fue derogada en Jalisco y ahora es más barato poseer un automóvil y realizar los trayectos habituales en él. Pero que una ciudad pretenda apostar por la movilidad en auto y que además lo haga subsidiando el costo que esto implica, es por lo menos, suicida.

Todo apunta a que una gran parte de la calidad de vida que ofrece nuestra ciudad depende de qué tanto logremos reducir la cantidad de autos circulando en las calles y esto implica reestructurar las cosas de manera que logremos desincentivar, efectivamente, el uso del vehículo particular. 

La tenencia no debió ser derogada sin haber sido sustituida por alguna tarificación al uso del auto de orientación más ambiental. Es decir, alguna fórmula que implique un mayor costo a los autos menos eficientes y a los que más kilómetros recorren. 

La manera más sencilla de implementar algo así, sería estableciendo un impuesto metropolitano a las gasolinas, aunque su autorización cae en el ámbito federal y se le anticipa un camino tortuoso de implementación. Un impuesto a la gasolina, además de un paulatino retiro del subsidio que la mantiene tan barata, significaría transformar efectivamente la manera en que entendemos la movilidad en las ciudades mexicanas. Nada lograría desincentivar los viajes en vehículo privado de manera tan eficiente y justa.

Otra tarificación fundamental al auto, esa si en el ámbito local, es el estacionamiento. Tanto el privado como el público.

En el espacio público, las zonas atractores de viajes deberían contar con estacionómetros con tarifas que hagan poco atractivo dejar el vehículo por jornadas laborales completas en la calle, además de una supervisión constante e implementación de multas y sanciones.

Los estacionamientos privados deben ser modificados desde su concepción. Ningún uso de suelo debería tener la obligatoriedad de proveer de cajones de estacionamiento. Los reglamentos municipales deberían establecer máximos permitidos en lugar de mínimos. Los municipios deberían establecer tarifas municipales por disposición de cajones en usos de suelo de carácter comercial con el fin de obtener un fondo que mitigue las externalidades que provocan y de hacer menos atractivo el viaje en auto ya que seguramente los comercios transferirán este costo al usuario particular.

El problema de fondo es que a nuestros legisladores, tomadores de decisiones y a la clase política en general, les suele importar muy poco la ciudad. Les interesa su propia popularidad y lo popular es hacer que todo sea gratis para el auto. Nada peor. 



Originalmente publicada en Milenio.

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