Habitualmente el tomador de decisiones o diseñador de la
infraestructura vial suele considerar para efectos de análisis del
problema por resolver, todos los factores que afectan o podrían afectar a
la posible solución de la manera más razonable posible. De entre estos
factores, la sobrepoblación de automóviles y los problemas derivados de
esta; demanda de estacionamiento, falta de cultura vial o malos hábitos;
suelen jugar un papel fundamental.
Bajo las premisas de demanda de tráfico o bien de resignación ante la
ausencia de cultura vial tan común en nuestra sociedad, el diseño de un
cruce peatonal suele terminar siendo un puente que, si bien puede ser
justificado en términos de la seguridad que otorga al peatón, ejerce una
forma de discriminación entre diferentes medios de desplazamiento
otorgando ventaja, invariablemente, al automóvil. No sería posible, por
ejemplo, concebir un carril confinado de uso exclusivo para el
transporte público si solo se toman en cuenta los números que arrojan
los análisis de demanda de tráfico específicos de la calle que se
pretende intervenir.
Transformar el paradigma de diseño hacia uno que contemple transitar
hacia una movilidad sustentable implica, entre otras cosas, entender el
problema desde la óptica del total urbano y no desde el problema
específico, implica apostar por el tránsito paulatino hacia la
transformación de hábitos de movilidad de la ciudadanía y no solo de la
infraestructura física, implica entender el problema desde campos del
conocimiento como la educación o la sociología y no desde el mero
postulado tradicional del diseño urbano. Transformar la movilidad de
nuestra ciudad implica la toma de decisiones valientes y polémicas tanto
por parte de los diseñadores como por parte de los líderes políticos.
Traigo esto a colación a partir del sano debate que ha propiciado la
Dirección de Proyectos Estratégicos de Zapopan sobre la concepción del
anteproyecto de renovación integral de la Av. Santa Margarita y la
posible incorporación de una ciclovía.
En un ejercicio, sin precedentes en nuestra ciudad, la consulta
pública con organizaciones que promueven movilidad sustentable ha
derivado en un debate respetuoso e intercambio de puntos de vista sobre
la concepción de vías de tráfico ciclistas seguras que podría derivar en
un modelo para el resto de la metrópoli.
La disyuntiva consiste entre la posición que defiende una ciclovía
arriba del camellón central, que sin duda otorga mayor seguridad a los
ciclistas —como un puente peatonal a los peatones— y que esquiva la
problemática de automóviles estacionados invadiéndola persistentemente; y
una ciclovía diseñada a un costado de la banqueta, más orientada a
resolver el problema de fondo, a normalizar el ciclismo en la ciudad, a
habituar a los usuarios de la calle a respetarse entre sí, y a largo
plazo, a incrementar los viajes ciclistas, pero dependiente de una
estrategia que pasa por la difusión de cultura vial y que requiere
supervisión constante.
Más allá de lo que finalmente definan los proyectistas de Proyectos
Estratégicos, el ejercicio de consulta, el acompañamiento del proceso
por parte de organizaciones, el alto nivel de debate franco y bien
intencionado, la creación de inteligencia colectiva y la apertura al
diálogo constituyen por si mismos un cambio de paradigma en la
concepción de proyectos gubernamentales habitualmente realizados a
escondidas.
Si cada modificación que hiciéramos a la ciudad fuera objeto de un proceso de reflexión similar otro gallo estaría cantando.
Originalmente publicada en Milenio diario.
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