Pocas ciudades en el mundo han visto movimientos tan consistentes a
favor de una movilidad no motorizada como Guadalajara. El movimiento
ciclista ha mantenido en la agenda pública, como nadie, el sueño de
contar con una ciudad que promueva los desplazamientos alternativos al
automóvil.
A pesar de todos estos años de activación ciudadana, de paseos
ciclistas, de oposición al desarrollo de más infraestructura automotriz y
el costo que implica, de gestión e incluso de propuestas provenientes
de la ciudadanía, nada ha ocurrido. La ciudad sigue siendo inhóspita
para el peatón y el ciclista, y las condiciones siguen estimulando el
aumento de automóviles en un círculo vicioso que parece no tener fin.
Por alguna razón ninguna autoridad ha sido capaz de entender el
potencial de, por ejemplo, contar con una red ciclista que no solo
mejoraría las condiciones de desplazamiento de los ciclistas urbanos,
sino que estimularía automáticamente a muchísimas personas a sustituir
viajes en auto -que generan un costo enorme a la ciudad-, por viajes en
bici.
Ante el tema, tan en boga, nuestros tomadores de decisiones suelen
incluir en sus programas de gobierno la construcción de alguna ciclovía
aislada, que si bien algún beneficio generará, no ayuda a incrementar
los viajes ciclistas y solo se convierte en un pesado lastre de
negociaciones con vecinos, entre dependencias y entre autoridades.
Por otro lado está el tema técnico, las visiones complejas de
planificadores urbanos, ingenieros de tránsito, técnicos en iluminación e
ingenieros forestales, que en primer lugar, poco tenían que aportar a
la solución del problema pero logran que la planeación de una sola
ciclovía acabe siendo un asunto que solo la NASA podría resolver.
Los gobiernos, y especialmente los municipales, deberían
concentrarse, no en el diseño de uno o dos ciclo-carriles como han hecho
hasta ahora, sino en la institucionalización de una política pública
encaminada a lograr incrementar la cantidad de viajes en bicicleta.
Y esto no es algo que pueda darse haciendo una triste ciclovía que en unos
años estará en desuso, tristemente abandonada y estorbando al tráfico
vehicular.
Esto pasa por integrar eficientemente no solo el diseño de un sistema
de producción de líneas ciclistas que alcance ritmos de 500 metros
diarios, sino también, la administración de cajones de estacionamientos y
parquímetros, el diseño de una campaña permanente de cultura vial —que
podría integrar a las exitosas vías recreativas— el mejoramiento
constante de banquetas y de las condiciones de accesibilidad, el
mantenimiento de la infraestructura y la supervisión e implementación de
multas.
Todos, temas que en cada municipio corresponden a instancias
diferentes, habitualmente desintegradas y que suelen hacer parecer a una
gran red metropolitana de vías ciclistas prácticamente imposible. Y eso
sin mencionar la necesaria coordinación con el gobierno estatal o con
otros municipios.
Si queremos ciclovías que funcionen necesitamos pensar en red. Y al ritmo que vamos, nos tomará 200 años.
Originalmente publicada en Milenio diario.
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