El discurso de toma de protesta del gobernador fue, al menos en
materia de movilidad, un océano de buenas intenciones: Tren ligero,
autobuses de tránsito rápido, vías ciclistas, zonas 30 con accesibilidad
preferencial, mejores banquetas.
Todas, buenas noticias. Quedó claro que el equipo a cargo del nuevo
gobierno sabe qué. Ahora habrá que preguntarnos si sabe cómo.
Por cómo, no me refiero a los aspectos técnicos de corte ingenieril o
de diseño, a sabiendas que la experiencia local cubre con creces las
necesidades de conocimiento en esas áreas. Me refiero a la gestión
social. Todos y cada uno de los proyectos de movilidad mencionados por
el gobernador implican una inevitable polémica por alguna u otra causa y
requieren de un acompañamiento de comunicación, sensibilización y
delicada labor de gestión social y negociación política que en algunos
casos, suena imposible.
Las líneas de tren, por ejemplo, no aparecerán con una varita mágica.
El gobierno tendrá que recurrir a financiamiento y contratar deuda y
explicar porque se optó por sistemas más caros que otros, se deberán
reordenar decenas y decenas de rutas de transporte convencional, habrá
que soportar el impacto económico sobre los negocios durante las obras,
que podrían extenderse por años y las quejas de los vecinos.
Las líneas de BRT encontrarán oposición en quienes creen que no es
buena idea reducir la superficie de rodamiento para autos; las zonas de
accesibilidad preferencial, y la reducción de cajones de estacionamiento
que implican, enfrentarán la resistencia de comerciantes que aún creen
que les es más redituable el espacio donde se estaciona su cliente que
la banqueta frente a su negocio; cada ciclovía generará, mínimo,
polémica con los vecinos que verán acotada su calle y tranquilizado el
acceso a sus cocheras.
El gobierno tendrá la necesidad de implementar políticas de
desincentivo del uso del auto particular en paralelo a la creación de
alternativas de transporte. Impuestos al uso del automóvil y la
propagación de estacionómetros orientados a elevar el costo al usuario y
a financiar las inversiones en movilidad no serán, nunca, populares.
Si el gobierno entrante busca en efecto, como se puede intuir en el
discurso del gobernador, transformar la movilidad de la ciudad, urge
arrancar una gran campaña informativa que logre concientizar a la
mayoría de los ciudadanos de la magnitud del problema. Urge explicar,
con peras y manzanas, lo mucho que hemos perdido, tanto en términos de
competitividad como ambientales, por desarrollar una fuerte dependencia
al uso del auto particular durante las décadas pasadas. Urge comunicar
los riesgos que corre la ciudad si no se da un cambio significativo de
rumbo.
Sobran razones para convencer, hay decenas de estudios desde
diferentes áreas del conocimiento que han explorado el tema. Solo es
cosa de comunicarlos apropiadamente.
Solo una sociedad profundamente informada de la problemática podrá
desarrollar empatía con las transformaciones que necesita nuestra
ciudad.
Originalmente publicada en Milenio diario.
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