Transformar el transporte público convencional en la ciudad, sin duda, no suena fácil.
Es indispensable entender que el problema de fondo no es solo el
transporte en sí, sino la movilidad en su conjunto. El pésimo servicio
que otorgan los camiones en la actualidad ha sido un factor fundamental
para el descontrolado incremento del número de automóviles en la ciudad
generando un círculo vicioso de congestión vehicular que acaba
reduciendo aún más la eficiencia del camión convirtiéndolo en el medio
de transporte más lento de los disponibles.
Bajo esta lógica es obvio que la aspiración personal de cualquier
usuario será poseer y utilizar un automóvil, llevando a la ciudad en su
conjunto al borde del colapso. La pregunta clave es ¿cómo detenemos e
invertimos esta dinámica?
El nuevo transporte público debe tener como prioridad ser
suficientemente atractivo para que el usuario prefiera realizar sus
trayectos en el, que conduciendo un automóvil. Punto.
Un transporte atractivo, debe ser tan rápido como el automóvil y esto
solo se logra otorgando preferencia al desplazamiento del autobús, que
representa muchos más viajes de personas que los autos circundantes. Es
decir, diseñando carriles exclusivos, semi-exclusivos y preferenciales
para el transporte colectivo en las vialidades de la ciudad.
Un transporte atractivo, debe ser cómodo, de fácil acceso, de rutas
sencillas de entender y bien comunicadas al usuario, accesible para
todos, puntual y absolutamente predecible.
Un transporte atractivo debe ser conducido por una persona amable,
que disfruta su trabajo y no sufre de presiones extremas. Los choferes
deben ser profesionales del transporte sujetos al respeto de sus
derechos laborales, con horarios que no excedan las 8 horas y que
cuenten con la certeza de tener todas las prestaciones que marca la ley.
Un transporte atractivo, no debe ser caro. Debe tener una tarifa
accesible y que se integre con diferentes rutas y otros sistemas de
transporte de manera eficaz, ya sea con transporte masivo, con sistemas
de bici pública o estacionamientos disuasorios. Debe ser más barato para
quien más lo use.
Un transporte atractivo tiene que ser bonito. Las unidades deben
homogeneizar su imagen y en la medida de lo posible, convertirse en un
símbolo de civilidad propia de aquí. Orgullo de la ciudad y promotor del
sentido de pertenencia del ciudadano común.
Un transporte atractivo debe, paulatinamente, sustituir la aspiración
retrógrada de poseer un automóvil como factor de éxito personal por una
aspiración común a defender el espacio público y la movilidad de la
ciudad como un factor de éxito urbano.
Si bien, transformar el sistema de transporte de la ciudad pasa por
una serie de cuestiones técnicas, reformas legales y negociaciones
políticas, hay que reconocer que el gobierno actual tiene todos los
pelos de la burra en la mano. Y la sociedad civil, zanahoria en mano,
está observando los procesos con lupa, lista para, o bien celebrar y
aplaudir los logros, o simplemente cobrar alta la factura en el 2015.
Originalmente publicado en Milenio.
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