La manera más eficiente de resolver los desplazamientos humanos en la
ciudad no depende necesariamente del medio de transporte sino de la
longitud del desplazamiento. Ningún modo de movilidad es más rápido que,
simplemente, no tener que desplazarse.
Un planteamiento urbano orientado a la movilidad; ya no digamos
sustentable y conformémonos con eficiente; debería promover,
esencialmente, dos cosas: una, detener radicalmente la expansión urbana
–que incrementa constantemente la distancia entre origen y destino de
cada desplazamiento- y dos, crear las condiciones de habitabilidad al
interior de la ciudad que favorezcan el surgimiento de usos diversos
para fomentar las relaciones de cercanía.
Guadalajara ha seguido justo el camino opuesto. Los centros han
venido viviendo un proceso de despoblamiento, mientras que las
periferias incrementan irremediablemente el tamaño de la mancha urbana
provocando cada vez desplazamientos más largos, con mayores
repercusiones de todo tipo y más difíciles de sostener.
Pero para la ciudad, cambiar el hábito de expansión indiscriminada
por uno de densificación inteligente, parece ser el cuento de nunca
acabar.
Proyectos que buscan encontrar mecanismos de mejora de la
habitabilidad en zonas céntricas que resulten atractivos para repoblar
zonas en deterioro; como lo fue la propuesta de las villas panamericanas
en torno al Parque Morelos o como es la Ciudad Creativa Digital
actualmente; enfrentan procesos complicadísimos de socialización y son
susceptibles de despertar la más férrea oposición al primer chispazo.
Simplemente se politizan y acaban alejando a promotores y a posibles
inversionistas.
Si bien es cierto que los proyectos de intervención en zonas
céntricas deben cumplir con criterios que respeten al patrimonio
cultural y provean mejoras en la infraestructura urbana existente, ni el
gobierno, ni los promotores de ciudad creativa han logrado comunicar
eficazmente los beneficios que una densificación inteligente y
respetuosa podría traer a la ciudad y a los habitantes locales.
Y esto es importante, porque ahora hablamos de los barrios en torno
al Parque Morelos, pero aplica lo mismo para barrios como Santa Tere o
el Fresno y decenas más, perfectamente susceptibles a ser intervenidos
por procesos futuros de mejora urbana a los que les sería muy útil un
modelo previo exitoso.
En contraste, los proyectos de periferia acaban siendo sencillos de
resolver para los desarrolladores. El Bajío por ejemplo acaba entrampado
en procesos legales por derechos adquiridos de los propietarios que
hacen casi imposible detener la innecesaria urbanización en una zona, a
todas luces, frágil ambientalmente. No por nada las villas panamericanas
acabaron construyéndose ahí.
Imagine lo lamentable que sería que ahora un proyecto como Ciudad
Creativa Digital acabe en el Bajío o en algún otro punto periférico.
Nomás eso falta.
Originalmente publicado en Milenio diario.
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