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A más cajones de estacionamiento, más caos



Es común que muchas personas piensen, tras batallar con conseguir un espacio donde estacionar su auto, que aumentar la disponibilidad de cajones de estacionamiento en una zona específica ayuda a resolver sus problemas de movilidad. Nada es más falso.

El incremento de cajones para estacionar automóviles genera una oferta de espacio que ante una demanda desmedida de viajes suele incrementar el tráfico automotor, y aunque con dinero podemos crear tantos cajones como queramos al interior de edificios, no podemos aumentar la capacidad vial de las calles circundantes. Simplemente no podemos.  Aumentar la disponibilidad de cajones indiscriminadamente tiende a crear un caos vial en la zona.

Más complicado aún en zonas con entornos patrimoniales y donde los distintos modos de transporte compiten por el uso de la calle, como el centro de la ciudad.

Si bien es cierto que los promotores de Ciudad Creativa Digital han buscado alternativas de movilidad al uso del automóvil, las primeras licitaciones de edificios en torno al parque Morelos contienen un peligroso incremento en la disponibilidad de cajones que traduciría el aumento de viajes  en un incremento del tráfico vehicular, en una zona en que las calles simplemente no pueden dar más de sí.

Además, los sistemas alternativos que se plantean: transporte público, bicicleta pública, accesibilidad peatonal, estacionamientos disuasorios, transporte directo al aeropuerto, etcétera, estarían en riesgo de disminuir su propia sustentabilidad al tener que competir con la simplificación del trayecto en automóvil.

La zona ya de por sí tiene una sobre oferta de espacios para el carro, producto de una serie de errores históricos y visiones equivocadas e inocentes sobre el progreso. 

Hace apenas unos años se abrió el estacionamiento del centro joyero, para sumar capacidad a los sótanos de la Plaza Tapatía y en la zona pululan decenas de estacionamientos de gran capacidad.
Una gestión apropiada de la movilidad en torno al Parque Morelos estaría obligada no solo a no incrementar la disponibilidad de cajones sino a reducir la capacidad; incrementar el costo del espacio para estacionarse, ya sea público o privado; a proveer de estacionamientos disuasorios con tarifa integrada; y a garantizar la eficiencia y comodidad de los sistemas alternativos. Cualquier otro camino puede sacar las cosas de control y transformar un proyecto que podría ser muy beneficioso para la ciudad en un enorme elefante blanco del que en el futuro nos estaremos arrepintiendo.

Quizá nos tomará tiempo, como sociedad, entender el círculo vicioso de la gestión del estacionamiento, pero es esperanzador seguir la lucha de algunos grupos de estudiantes del Tec de Monterrey en contra de la construcción de un nuevo edificio de estacionamiento en su campus. Las universidades, que deberían ser modelo de gestión de su propia movilidad al ser importantes atrayentes de viajes, han fallado históricamente al resignarse a ser simples atrayentes de automóviles y de las externalidades que provoca. Ojalá de entre estos chicos salgan los tomadores de decisiones del futuro.


Originalmente publicado en Milenio.

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