El problema de fondo a resolver en materia de movilidad no es, ni la
calidad y disponibilidad del transporte, ni la tarifa, ni la existencia
de infraestructura apropiada para bicicletas, ni el mejoramiento de
banquetas.
El problema de fondo es la saturación de automóviles en la ciudad.
Es
el crecimiento del parque vehicular el que ha reducido alarmantemente
nuestra capacidad para desplazarnos eficazmente, el que ha saturado las
arterias viales de la ciudad incrementando los tiempos de movimiento, el
que es responsable del 85 por ciento de la contaminación atmosférica y
el culpable de la reducción de la seguridad vial en nuestras calles.
Si
bien los programas recientes para la conducción responsable ya dan
muestra de resultar exitosos, estableciendo justa mano dura contra
aquellos que ingieren alcohol y manejan, hay que decir que solo el 26
por ciento de los accidentes en automóvil son ocasionados por el
alcohol. El 74 por ciento restante solo podrá reducirse disminuyendo la
cantidad de autos en las calles.
Y ahí sí, el único camino es convencer a la población de desplazarse por medio de alternativas al automóvil.
Mejorar
el transporte público para hacerlo competitivo en relación al auto será
un proceso que le tomará años a la ciudad y que necesitará un fuerte
impulso económico. No así la bicicleta.
Si bien es urgente el
desarrollo de infraestructura para la bici y puede resultar bastante
rápido y económico convertirnos en una ciudad ciclista, un porcentaje
alto de la población podría moverse en bici desde ya.
Aunque pesa
fuerte el argumento que asegura que el uso de la bici es altamente
peligroso en la ciudad, las estadísticas muestran lo contrario.
Comparemos,
por ejemplo, con el automóvil en el que se realizan aproximadamente 3
millones de viajes diarios y provoca cerca de 1,500 muertes al año,
contra la bicicleta en la que se realizan aproximadamente 200 mil viajes
al día y fallecen en promedio 30 usuarios al año. Sobra agregar que la
inmensa mayoría de los decesos en bici son además provocados por
vehículos motorizados. Y ni qué decir de las motocicletas cuyo índice
de accidentabilidad es mayor en todos los escenarios.
Sin embargo sobre la decisión personal de usar una bicicleta para desplazarse pesan los prejuicios acumulados históricamente.
Si
el tema es la percepción de seguridad, entonces debemos todos de
trabajar para modificar esa percepción. Cada uno de los habitantes de
esta ciudad que hemos decidido cambiar nuestra manera de desplazarnos
para hacerlo a bordo de una simple bicicleta sabemos que la inseguridad
deja de ser importante después de un tiempo de experiencia. Digámoslo.
Que tengan el mejor 2014.
Originalmente publicada en Milenio.
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