Las últimas décadas, en las que la modernidad impuso la prioridad del uso del automóvil como símbolo de status y progreso; no solo han hecho estragos en las ciudades del mundo modificando su calidad ambiental, secuestrando el espacio público habitable, reduciendo la eficiencia con la que las personas se desplazan de un lugar a otro, e imponiéndole grandes cargas presupuestales a los gobiernos para edificar la costosísima infraestructura necesaria para la circulación de carros; además la aparición de automóvil, sumado a otras condiciones de la era moderna, ha provocado otro problema de salud pública: el sedentarismo.
La ausencia de actividad física en la vida moderna es responsable en gran medida de la propensión a la obesidad, de gran parte de los problemas cardiacos, de los incrementos de la acumulación de colesterol, de problemas óseos que van desde dolores de espalda hasta osteoporosis, de problemas digestivos y de problemas de tipo muscular.
Todas estas enfermedades sumadas, además de provocar una baja en la calidad de vida de las personas, significan una importante erogación de recursos en los sistemas de salud pública.
Claro que el sedentarismo está además ligado a malos hábitos como pasar demasiado tiempo viendo televisión o jugando videojuegos y a pasar demasiado tiempo sentados en la escuela o en la oficina. Y claro también, que se puede evitar con campañas de promoción del deporte y actividad física. Pero la realidad es que en Jalisco solo el 11 por ciento de los habitantes realizan algún tipo de ejercicio una vez por semana.
La modernidad ha sacado de la vida diaria de las personas el hecho de mantenerse en movimiento constante y uno de los factores principales ha sido la aparición del automóvil y su consolidación como única alternativa de movilidad.
Consolidar en nuestra ciudad transformaciones orientadas a la movilidad sustentable, es decir, una mejora significativa del transporte público -que obligue al ciudadano común a completar sus desplazamientos a pie- y sobre todo la posibilidad de crear una red que favorezca los desplazamientos en bicicleta acompañada de una serie de programas orientados a estimular el uso de la bici, traería beneficios inmediatos en temas de salud pública, además de los tan sonados beneficios en eficiencia energética, competitividad y ambientales.
Beneficios que en poco tiempo se convertirán en ahorro del presupuesto público en materia de salud además del bienestar social y nivel de felicidad que el gozo de una mejor condición física provoca.
Transformar la ciudad en una apta para la circulación de bicicletas y para ser recorrida caminando, más allá de dimes y diretes, resulta extremadamente barato en relación a los beneficios sociales que podría provocar.
Originalmente publicada en Diario Milenio
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