Mientras el resto de las ciudades del mundo sucumbía ante las
promesas de la modernidad y abría paso a grandes avenidas y autopistas
para dar acceso absoluto a automóviles, algunas ciudades europeas, entre
ellas las holandesas, se mantuvieron escépticas al progreso per sé.
En
la década de los sesenta, la sociedad holandesa luchó por preservar la
traza original de sus zonas históricas e impidió la entrega total del
espacio público a su majestad el automóvil.
La crisis energética
de los setenta y los altos precios del combustible propiciaron
incrementos significativos en el uso de bicicletas que ya de por sí eran
altos en relación a otras ciudades desde la posguerra de mediados del
siglo pasado. La convivencia de automóviles y bicicletas en las calles
comenzó a convertirse en un problema que ponía en riesgo la vida de los
ciclistas.
La sociedad holandesa se organizó para demandar
soluciones viales que favorecieran el desplazamiento de peatones y
ciclistas de manera segura. Holanda ha desarrollado desde hace 40 años
soluciones de movilidad en bicicleta que hoy la colocan a la vanguardia
mundial en temas ciclistas.
Holanda generó un modelo urbano que
consta no solo de infraestructura para la bici, sino también de la
normatividad apropiada y de una profunda educación y cultura vial de sus
ciudadanos basada en normas lógicas y coherentes que buscan otorgar
respeto a todos y condiciones de equidad en el uso del espacio público.
Este
modelo le permitió reducir su dependencia energética, obtener ciudades
más limpias y una ciudadanía más sana y activa, entre otros muchos
beneficios.
Los holandeses han desarrollado una industria en torno
a la bicicleta que mueve un billón de euros anualmente y genera miles
de empleos. Además, sus embajadas en el mundo se han convertido en
embajadas de la bicicleta, difundiendo los beneficios urbanos que la
bici provoca en una época en que el uso desmedido del automóvil tiene al
borde de la inoperatividad a las grandes ciudades del tercer mundo.
Holanda
tiene poblaciones en las que más del 90 por ciento de los trayectos se
realizan en bicicleta y su capital supera el 60 por ciento. Cifras
inalcanzables para ciudades que han creado programas de promoción del
uso de la bici e infraestructura ciclista como Londres o Sevilla con su
10 y 9 por ciento respectivamente.
Menos aún para ciudades que
apenas despiertan en el tema como Guadalajara con su penoso 2.2 por
ciento de participación modal de viajes en bicicleta.
Si bien nos
va y en Guadalajara se logra consolidar un proceso de transformación que
efectivamente impulse el uso de la bici lograremos triplicar esa cifra
en unos años. Triplicar sería un logro, pero aún así estaremos lejos de
las potencias en materia de movilidad no motorizada.
Quizá la
fanaticada nazi de telenovelas y futbol prefiera escudarse en la
discusión de si era penal o no, pero en la vida real, los campeones,
desde hace tiempo, son ellos.
Originalmente publicada en Milenio Diario.
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