Una y otra vez hemos escuchado los argumentos que dan por sentado que la imperiosa necesidad de desarrollar infraestructura para el automóvil y generar soluciones a la congestión, son provocadas por la gran demanda que existe de carros: “La gente desea moverse en automóvil, por lo tanto, debemos resolver la movilidad en auto”.
Con un incremento aproximado anual de 7% en Guadalajara, el parque vehicular simplemente pareciera exigir más espacio, más calles, más viaductos, más pasos a desnivel y más estacionamientos.
Nuestras normativas y metodologías de acción en la ciudad están condicionadas por esta supuesta necesidad de garantizar que no se provocarán afecciones a la circulación vehicular. Los estudios de impacto vial, con todo lo hipotéticos y tendenciosos que suelen ser, determinan si se puede o no hacer un parque, un centro de trabajo, una escuela o una ciclovía.
Con simple aritmética, quienes promueven soluciones orientadas al automóvil, pueden estimar el tiempo humano que día a día se desperdicia en la congestión y la improductividad urbana que representa. Esto sirve para justificar el desarrollo de soluciones viales que supuestamente mejoraran estos índices, lo cual ciertamente sucederá… Pero solo por un tiempo.
Sin embargo, cuando se analiza la demanda de viajes en automóvil no se puede omitir lo artificial que ese incremento es. Es decir, no es una demanda natural, sino una provocada.
Para que se incremente la base de automóviles en una ciudad se requieren al menos 3 cosas: disponibilidad de automóviles, disponibilidad de combustible y espacio de circulación. Solo en la medida en que las ciudades fueron construyendo calles y avenidas se hizo posible el aumento del parque vehicular. Claro que si se brindan mejores condiciones para moverse en automóvil que en cualquier alternativa, la tendencia será el incremento constante del parque vehicular.
Es decir, el número de automóviles no aumentó solo por el deseo del ciudadano de convertirse en eterno consumidor de gasolina, sino por una política integral orientada a que eso sucediera. Una política que además ha consumido una gran cantidad de recursos públicos y que compite con rubros como educación o distribución de agua.
Es una mentira que tengamos que crear soluciones para satisfacer esa demanda de viajes en automóvil, por el contrario, una estrategia inteligente tendría que consistir en mejorar significativamente otros modos de transporte y dejar que este colapse por sí mismo.
Pero siempre llegará un nuevo vendedor de espejitos diciendo que hay que mejorar la semofarización, construir más infraestructura pro-automóvil, incrementar el espacio de circulación vehicular e implementar viaductos “freeway” para, ahora sí, garantizar que no habrá más congestión.
Y esos criterios solo han servido para derribar nuestro patrimonio, minimizar nuestro espacio arbolado, para crear fronteras urbanas que disgregan a nuestra ciudad y para convertirnos, queramos o no, en ciudades auto- dependientes.
El sueño de progreso que nos vendieron las industrias automotrices y petroleras, que tanto daño ha causado a nuestras ciudades, es sin duda, la más grande de las mentiras.
Originalmente publicado en Máspormás.
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