Si ganas 10,000 pesos mensuales y rentas un departamento de 9,800 pesos al mes, seguramente el resto de tus gastos se verán limitados al grado de no poder sostener semejante capricho, ya que tendrás que comer y realizar otros gastos indispensables. Esto se conoce como in-sustentabilidad y es lo mismo que sucede con las ciudades.
La ciudad del futuro requiere, solo para ser posible, cambios sustanciales en su estructura general. Estos cambios incluyen procesos polémicos como la densificación urbana, la disminución de superficie vial para automóviles y el establecimiento de usos mixtos por doquier. Pero para poder llegar a ello se requiere pasar por una serie de procesos de planeación y consultas –tipo el tinglado actual en torno a los planes parciales de Guadalajara- que solo suelen distanciarnos del objetivo y distorsionar los hechos.
Necesitamos educación para lograr que el ciudadano común entienda la problemática que la ciudad enfrenta. La ciudad expandida que tenemos y que responde a los ideales equivocados que planteó la modernidad, hace imposible sostener, ni con la mejor voluntad, los servicios urbanos indispensables. Hay que entender que una recaudación mala de predial deriva necesariamente en el empobrecimiento de la calidad de los servicios, mientras que una ciudad densa multiplica los usuarios por hectárea y obviamente las aportaciones al municipio. Hay que decir que las distancias en ciudades desparramadas incrementan los desperdicios y costos de todas las redes, se gasta más energía y se contamina muchísimo más, un ejemplo de ello es la multiplicación del uso de automóviles que naturalmente se incrementa al aumentar las distancias y va convirtiendo a los ciudadanos en dependientes de la movilidad en auto.
En cambio, las ciudades con 800 o 1000 personas habitando por hectárea logran una mucha mayor eficiencia en prácticamente todo, recolección de basura, suministro de agua, electricidad, sistemas de movilidad, mantenimiento de espacios públicos, etc. Cuando se habla de densificar la ciudad no se trata de generar beneficios para desarrolladores inmobiliarios, sino de encontrar formulas que hagan a la ciudad posible.
Necesitamos una democracia funcional que permita la participación de todos, pero que anteponga el criterio razonable en toda decisión urbana y que sobre todo, logre el cumplimiento de la ley. Claro que los vecinos desconfiarán de un plan para densificar su barrio cuando, en la vida real, se tolera todo tipo de atracos en la vía pública, desde invasiones a banquetas y niveles de ruido de negocios por encima de lo permitido, hasta la construcción de un estacionamiento de 5 niveles en pleno centro de la ciudad. El diálogo debe implicar desglosar detenidamente los beneficios y perjuicios que cada quien obtiene y el objetivo común que queremos como sociedad.
Y el qué queremos, quizá sea la parte más importante. Ninguna transformación se ha logrado nunca sin una fuerte dosis de deseo. Necesitamos toda la voluntad, ganas y apertura a cambiar aquello que no nos es conveniente, para poder convertir nuestra in-sustentable ciudad en una que pueda prevalecer en el tiempo.
Originalmente publicada en Maspormas GDL.
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