
Que Sadam era un tirano está por encima de toda discusión, pero lo que oportunamente se ha querido olvidar es que cometió la gran mayoría de sus crímenes cuando era un aliado incondicional de quienes en la actualidad están ocupando el país. Como reconoció durante el juicio, fueron el visto bueno de Washington y el que el gas venenoso le fuera suministrado por la entonces Alemania Occidental lo que le dio la confianza que necesitaba para rociar Halabja con productos químicos en plena guerra entre Irán e Irak.
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