Transitar hacia una ciudad con movilidad sustentable implica un proceso de reflexión que re-analice casi todos los conceptos que damos por sentados. Que procuremos entender de donde provienen y como es que llegamos a creer eso. La aparición del automóvil en las ciudades no solo transformó físicamente todo el espacio público sino que además cambió lo que creemos que es justo y lo que no. El auto impuso sus normas y hoy pareciera que al crear normas para promover otros transportes tendríamos que tomar las suyas como si estas fueran universales. Y no lo son. Al usuario de una bicicleta, por ejemplo, no se le tiene porqué imponer ninguna obligación que responda a cuidarse de la peligrosidad que en la calle provocan los carros. Hay una tendencia retrógrada a creer que el ciclista debe hacer cosas como: circular con chaleco reflejante para que lo vean los autos; detenerse en semáforos en rojo diseñados para la capacidad de arranque de un automóvil; disfrazarse de robo-cop para e
Si ganas 10,000 pesos mensuales y rentas un departamento de 9,800 pesos al mes, seguramente el resto de tus gastos se verán limitados al grado de no poder sostener semejante capricho, ya que tendrás que comer y realizar otros gastos indispensables. Esto se conoce como in-sustentabilidad y es lo mismo que sucede con las ciudades. La ciudad del futuro requiere, solo para ser posible, cambios sustanciales en su estructura general. Estos cambios incluyen procesos polémicos como la densificación urbana, la disminución de superficie vial para automóviles y el establecimiento de usos mixtos por doquier. Pero para poder llegar a ello se requiere pasar por una serie de procesos de planeación y consultas –tipo el tinglado actual en torno a los planes parciales de Guadalajara- que solo suelen distanciarnos del objetivo y distorsionar los hechos. Necesitamos educación para lograr que el ciudadano común entienda la problemática que la ciudad enfrenta. La ciudad expandida que tenem