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Mostrando las entradas de abril, 2012

Un día normal

Nada anuncia más lo normal de un día, que el tráfico congestionado en las avenidas de la ciudad. A vuelta de rueda, millones de automovilistas intentan llegar a su destino soñando la posibilidad de pasar unos sobre otros. La escena diaria es sonorizada por una orquesta de motores, cláxones y algún auto estéreo excedido de volumen por alguien que, falsamente, se creyó capaz de escapar al caos. Pero siempre hay una vía paralela. Para algunos, dejar el auto en la cochera y aventurarse a realizar el recorrido diario habitual montado en una bicicleta, sigue siendo un acto de heroísmo. Un acto invariablemente ejecutado por alguna persona idealista, que seguro busca dejar de ser parte del problema y está dispuesta, incluso, a arriesgar la vida propia; para, ingenuamente, intentar salvar al mundo. Pero hay un secreto oculto compartido por aquellos que han transformado hábitos y tomado la bici como principal medio de transporte: no lo es. A solo un par de cuadras de cualquier avenida, una calle

Universidades que se muevan

Dos millones de autos invaden nuestra ciudad todos los días generando los problemas de congestión vehicular que todos conocemos. Aunque no contamos con datos confiables sobre kilómetros recorridos por cada automóvil, si se puede resolver gran parte de la problemática con soluciones que se concentren en los atractores de viajes buscando minimizar el impacto que generan. Entre esos atractores están las universidades. Todos los días decenas de miles de estudiantes se desplazan en auto hacia los centros de estudio incrementando significativamente los problemas de movilidad urbana. Ojalá sobrara decir que, por juventud, salud física y voluntad, los estudiantes son uno de los sectores sociales que con mayor facilidad podría dar cabida a un cambio de hábitos en su manera de transportarse. Pero, ni las autoridades universitarias, ni las gubernamentales, parecen estar demasiado interesadas en el tema. La universidad pública estudia un sistema de transporte escolar con costo, que seguro tenderá

Guadalajara vacía

Los días de asueto son siempre una excelente tentación para salir a pedalear los rincones de la ciudad y reconocerlos deshabitados. Durante los días santos, el ajetreo habitual es sustituido por escenarios despoblados y silencio. Da igual, si pasas por debajo del puente atirantado, que si recorres las plazas de Analco. Si te sientas en alguna banca por los Arcos o si solo caminas, por donde sea, entre un parque y otro. Basta sumar la ausencia de prisa con unos audífonos y música de violonchelo para evocar las imágenes poéticas de sillas vacías de los últimos tres minutos de la película del ‘95 Before Sunrise de Richard Linklater. No hay nadie. La ciudad es solo lugar. Al pasar por afuera de la cantina de los Famosos Equipales, en el barrio del Santuario, recuerdo una conversación que tuve ahí, en el mismo 1995, con tres artistas. El más joven, al menos diez años mayor que yo. De esos fanfarrones que creen que la cultura la hacen ellos y que en el fondo solo buscan sobresalir para vende