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Mostrando las entradas de marzo, 2014

Reducir la velocidad

Durante el siglo pasado, las tecnologías y la disponibilidad de energía barata provocaron un incremento en la velocidad con la que hacemos las cosas. Nuestros sentidos han venido siendo abrumados por la velocidad a la que vemos el mundo pasar sin ser conscientes completamente de qué tan rápido cambian las cosas. Nos educaron, equivocadamente, para siempre tener prisa y nunca detenernos a deleitarnos con la vida diaria a un ritmo más bien humano. Los fabricantes luchan por producir el auto más innecesariamente veloz, y digo innecesariamente porque la velocidad promedio a la que un automóvil se desplaza en territorio urbano suele ser menor al de una bicicleta, ya que las calles en la mayoría de las ciudades del mundo suelen estar congestionadas por otros automóviles vendidos bajo el estigma retórico de la velocidad. La realidad es que ahora somos más lentos que nunca y además tenemos que sufrir todas las externalidades de un tráfico pesado y congestionado; su

Crisis de movilidad

A partir de los lamentables sucesos de la semana pasada en que un autobús arrolló a los transeúntes que esperaban afuera de la prepa 10, se han dicho muchas cosas sobre el transporte en la ciudad y, aunque una parte importante responde solamente a intereses de tipo político-electoral, los comentarios más certeros coinciden en denunciar la evidente crisis por la que atraviesa el modelo de transporte en la ciudad. Hemos tocado fondo.  Esta crisis revela un consenso social en la necesidad de transformar prácticamente todo lo relacionado a movilidad. Ya no hay, ni habrá discursos que puedan retrasar o adormecer la demanda social.  Transformar el modelo implica revisar con firmeza concesión por concesión, no pretendiendo buscar las unidades que incumplen con los mínimos de calidad, sino retirando radicalmente concesiones y renovando exclusivamente a aquellas que en verdad puedan otorgar un servicio de altos estándares.  Transformar el modelo implica orientar la inversión

Ciudad sedentaria

Las últimas décadas, en las que la modernidad impuso la prioridad del uso del automóvil como símbolo de status y progreso; no solo han hecho estragos en las ciudades del mundo modificando su calidad ambiental, secuestrando el espacio público habitable, reduciendo la eficiencia con la que las personas se desplazan de un lugar a otro, e imponiéndole grandes cargas presupuestales a los gobiernos para edificar la costosísima infraestructura necesaria para la circulación de carros; además la aparición de automóvil, sumado a otras condiciones de la era moderna, ha provocado otro problema de salud pública: el sedentarismo.  La ausencia de actividad física en la vida moderna es responsable en gran medida de la propensión a la obesidad, de gran parte de los problemas cardiacos, de los incrementos de la acumulación de colesterol, de problemas óseos que van desde dolores de espalda hasta osteoporosis, de problemas digestivos y de problemas de tipo muscular.  Todas estas enfermedade