Durante el siglo pasado, las tecnologías y la disponibilidad de
energía barata provocaron un incremento en la velocidad con la que
hacemos las cosas. Nuestros sentidos han venido siendo abrumados por la
velocidad a la que vemos el mundo pasar sin ser conscientes
completamente de qué tan rápido cambian las cosas. Nos educaron,
equivocadamente, para siempre tener prisa y nunca detenernos a
deleitarnos con la vida diaria a un ritmo más bien humano.
Los
fabricantes luchan por producir el auto más innecesariamente veloz, y
digo innecesariamente porque la velocidad promedio a la que un automóvil
se desplaza en territorio urbano suele ser menor al de una bicicleta,
ya que las calles en la mayoría de las ciudades del mundo suelen estar
congestionadas por otros automóviles vendidos bajo el estigma retórico
de la velocidad.
La realidad es que ahora somos más lentos que
nunca y además tenemos que sufrir todas las externalidades de un tráfico
pesado y congestionado; su contaminación auditiva; sus emisiones
atmosféricas con las enfermedades y los daños ambientales que provoca;
la considerable disminución de la seguridad vial; y la pérdida de
convivencialidad y actividad social en el espacio público.
Las
conocidas como zonas 30, que se pretenden implementar en los centros de
Guadalajara y Zapopan como parte de los procesos para consolidar como
zonas de accesibilidad preferencial los primeros cuadros de los
municipios metropolitanos tienen como fin reducir radicalmente la
velocidad y la congestión para mejorar las condiciones del espacio
público.
Con la implementación de sencillas barreras a la
circulación de paso de autos, dispositivos reductores de velocidad,
definición de corredores de transporte público, horarios restrictivos a
la carga y descarga y modificaciones a algunos sentidos de las calles,
nuestros centros podrán recuperar la eficiente lentitud que proveen las
calles tranquilizadas y la ausencia de congestión vial en favor de la
calidad de vida y de un mejor y más atractivo entorno urbano.
Los
beneficios que este tipo de proyectos suelen traer son tan diversos que
van desde la mejora de la calidad del espacio público hasta la
revalorización de las fincas en la zona, pasando por múltiples
beneficios ambientales e impulso a la actividad comercial y turística.
Además,
se transformará significativamente la seguridad vial de las zonas
permitiendo un más sano uso de las vialidades compartidas por
automóviles, ciclistas y peatones, garantizando la prioridad de los más
frágiles y limitando la peligrosidad que actualmente ejercen los
vehículos con motor.
Calmar el tráfico en zonas tan importantes de
la ciudad puede significar no solo un ejemplo aspiracional para muchas
otras zonas de la ciudad, sino un parteaguas en la manera en que
solucionamos los problemas de movilidad, no solo en la ciudad, sino en
todo el país. Todo un cambio de paradigma.
Con suerte y una buena
ejecución, los centros de nuestros municipios podrán brindarnos el
privilegio de volver a caminar o pedalear y redescubrir los beneficios
de encontrarnos desplazándonos a velocidades más humanas. Ojalá.
Originalmente publicada en Milenio.
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