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Mostrando las entradas de septiembre, 2012

La matemática del automóvil

En la metrópoli tapatía hay, registrados, 1´732,272 automóviles que; más los no registrados, vehículos de paso y registrados en otros estados; podrían llegar a sumar dos millones de vehículos circulando en la ciudad diariamente. Casi un auto por cada dos personas. En los últimos 12 años el parque vehicular se ha multiplicado 2.3 veces y de seguir a ese ritmo en el 2020 la ciudad tendrá que lidiar con poco más de tres millones de carros. Si estacionáramos los autos en la metrópoli pegados unos a otros, cubriríamos una superficie de 13 millones de metros cuadrados. Unos detrás de otros harían una hilera de 8,700 kilómetros, la distancia por carretera de Guadalajara a Santiago de Chile. Aproximadamente 96 millones de metros cuadrados se usan para vialidades en la ciudad, cerca del 80 por ciento del espacio de propiedad pública. A pesar de eso, la velocidad promedio de un auto en la ciudad apenas rebasa los 23 km por hora y en horas pico puede caer hasta 10.5

Ciudad para Todos, 5 años. (parte 1 de 5)

Por Felipeno. Viaducto López Mateos: el génesis Algunos de los que estábamos ahí no nos conocíamos. Unos eran vecinos de ciudad del sol, otros clientes de la plaza, había un grupo de estudiantes y profesores universitarios, algunos ciclistas y otros como yo simples transeúntes que descubrimos que aquel 22 de septiembre del 2007, paradójicamente día mundial sin autos, la Secretaría de Vialidad del Gobierno del Estado de Jalisco había iniciado un ejercicio de agilización vehicular en la Av. López Mateos que priorizaba indiscriminadamente el flujo de automóviles sobre la avenida limitando la circulación perpendicular de peatones, ciclistas, transporte público, e incluso, de otros autos. Coincidíamos en la falta de tino de la acción y la necesidad de exigirle a la autoridad la suspensión del proyecto. El anuncio oficial incluía la amenaza de realizarlo cada fin de semana provocando y fortaleciendo la oposición al experimento que después el vox populi, pero sobre todo los medio

Ocho metros cuadrados

No hay modo de transitar hacia una movilidad sustentable sin provocar cambios de hábitos en el ciudadano común. Cambios de hábitos que implican la pérdida de aquellos privilegios que resulten nocivos para la comunidad. La disponibilidad de cajones de estacionamiento es un ejemplo. Por décadas, la silenciosa promoción del uso del automóvil nos ha ido habituando, poco a poco, a tolerar sus externalidades. Cada año millones y millones de pesos son gastados por nuestros gobiernos en la construcción de infraestructura para autos sin que se detenga la congestión vehicular; el 85 por ciento de la contaminación en nuestro aire proviene de automóviles; ni que decir del ruido, de las muertes por el aumento de accidentes en nuestro espacio público o del agotamiento de nuestros recursos energéticos. Pero además de las externalidades negativas, ambientales y económicas, la dependencia en la movilidad por auto también reduce la posibilidad de interacciones humanas. Los au

La otra cara de la moneda

Pocos elementos urbanos generan tantos beneficios ambientales a una ciudad como sus árboles: moderan el clima, embellecen el contexto, dan sombra a calles y edificios, reducen significativamente los niveles de ruido, aportan nutrientes al suelo y albergan a cientos de especies de fauna deseable en la ciudad. Los árboles reducen el estrés del habitante urbano. Los espacios públicos dotados de abundante arbolado invitan a la convivencia social y al juego. Algunos especímenes pueden llegar a convertirse en hitos urbanos, referencias geográficas e incluso símbolos y logos en la memoria colectiva. Pero quizá el mayor aporte que nos brinda el arbolado es la purificación del aire. Cada habitante en nuestra ciudad respira aproximadamente 327 gramos diarios de gases tóxicos, mayoritariamente emitidos por automóviles. 200 árboles son capaces de reponer en 24 horas el oxígeno consumido por un vehículo en una hora. Es decir, para lograr un equilibrio deberíamos tener, al