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La otra cara de la moneda



Pocos elementos urbanos generan tantos beneficios ambientales a una ciudad como sus árboles: moderan el clima, embellecen el contexto, dan sombra a calles y edificios, reducen significativamente los niveles de ruido, aportan nutrientes al suelo y albergan a cientos de especies de fauna deseable en la ciudad.

Los árboles reducen el estrés del habitante urbano. Los espacios públicos dotados de abundante arbolado invitan a la convivencia social y al juego. Algunos especímenes pueden llegar a convertirse en hitos urbanos, referencias geográficas e incluso símbolos y logos en la memoria colectiva.

Pero quizá el mayor aporte que nos brinda el arbolado es la purificación del aire. Cada habitante en nuestra ciudad respira aproximadamente 327 gramos diarios de gases tóxicos, mayoritariamente emitidos por automóviles. 200 árboles son capaces de reponer en 24 horas el oxígeno consumido por un vehículo en una hora. Es decir, para lograr un equilibrio deberíamos tener, al menos, unos 200 árboles por auto. Solo el municipio tapatío tiene cerca de 600 mil árboles y más de 700 mil automóviles.

La otra cara de la moneda son los anuncios espectaculares, pocos elementos urbanos son tan nocivos para la ciudad: generan contaminación visual, deterioran la imagen urbana, causan depreciación del valor inmobiliario en sus contextos inmediatos, son factores de riesgo en tormentas, incrementan el estrés citadino y reducen las posibilidades de interacción humana.

Además la rentabilidad que ofrecen los espectaculares termina en pocas manos, es una actividad que genera poca derrama económica y apenas produce empleos. De no existir, los publicistas encontrarían la manera de seguirnos inundando de mensajes que no queremos recibir.

Nadie en la ciudad necesita anuncios espectaculares. Árboles sí, todos.

A las talas clandestinas de hace unos días para dar visibilidad a los espectaculares de la Av. Lázaro Cárdenas se suman a decenas de casos que ha venido registrando la red árbol desde hace ya un par de años (redarbol.com). El cinismo y la sin razón con la que poco a poco se provoca la pérdida de masa arbórea no parece tener límite.

Habrá quien piense que es hora de modificar los reglamentos municipales para que coincidan con el artículo 346 del código urbano, que indica que los anuncios espectaculares deben estar a un mínimo de 500 metros de distancia uno de otro. Hay ya quien promueve boicots a las marcas que se anuncian en espectaculares beneficiados por podas y talas, boicots inteligentemente orientados a golpear la imagen del anunciante, cosa que podría reducir la demanda y afectar los ingresos de los ecocidas. Habrá quien crea que una buena zangoloteada del gobierno municipal y el retiro de 23 estructuras debería ser suficiente para dejar claro que aquí hay una autoridad y una ley que cumplir.

Pues sí, todo eso sin duda contribuye a mejorar la situación, pero en el fondo, lo que deberíamos estarnos preguntando es ¿Por qué permitimos que haya espectaculares en la ciudad en primer lugar? ¿Por qué no los hemos simplemente prohibido?


Originalmente publicado en Milenio

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